La seguridad en el shibari no es una opción; es un elemento fundamental que debemos priorizar. En este artículo, abordaremos una serie de aspectos generales que se recomienda aplicar en todas las prácticas.
Quien ata debe saber adaptarse y adecuar su técnica a la condición y momento de la persona atada.
No es aceptable causar daño físico (lesiones) ni emocional (menospreciar) a la persona atada en un intento de reproducir un patrón o una foto.
Cuando nos referimos al shibari, en lugar de hablar de "seguridad absoluta", es más apropiado hablar de "reducción del riesgo", ya que la seguridad total no es alcanzable.
Esta actividad siempre conlleva ciertos riesgos, por lo que nuestra meta es minimizarlos y estar preparados para actuar en caso de accidente o incidente.
Para mantener los riesgos bajo control, la formación es nuestra herramienta más efectiva. Conocer y comprender la técnica es clave para gestionar el riesgo de manera adecuada al aplicarla.
No se trata únicamente de "saber cómo se hace", sino de comprender los riesgos involucrados, anticipar posibles complicaciones y saber cómo abordarlas si llegaran a ocurrir.
Este conocimiento es esencial para ejercer la responsabilidad personal de manera segura. En otras palabras, si no dominamos la técnica de manera adecuada (y aprenderla no se limita a ver un video de 5 minutos en internet), no podemos evaluar de manera efectiva los riesgos asociados con las prácticas que llevamos a cabo.
Empeñarse en aplicar técnicas que no conocemos y comprendemos es una temeridad. Persistir en esta actitud es peligroso y no tiene cabida en una práctica segura y responsable de esta disciplina.
La seguridad en el shibari depende en gran medida de la comprensión de la técnica y la capacidad para anticipar y gestionar los riesgos implícitos. Ignorar esta premisa puede poner en peligro la integridad física y emocional de todas las personas involucradas en la sesión.
Por lo tanto, es esencial que quienes participen en el shibari, ambas partes, prioricen la formación y la comprensión de la técnica antes de intentar aplicar cualquier técnica. Esto facilitará una práctica más segura y satisfactoria en todos los aspectos.
¿Cuánta Fuerza?
Es sumamente valioso enfocarse en el uso de la inteligencia en lugar de la fuerza en la práctica del shibari.
En el sekibaku, buscamos emplear siempre la cantidad mínima de fuerza o energía necesaria para lograr el objetivo deseado de la forma más eficiente posible.
En otras palabras, la clave reside en alcanzar el efecto deseado de manera precisa y controlada, sin dejar espacio para la improvisación o la incertidumbre. Esto implica utilizar el menor esfuerzo, la menor fuerza y la menor cantidad de cuerda posible.
Aquí es donde entra en juego la técnica. A lo largo de la historia, aquellos que nos precedieron, crearon y perfeccionaron técnicas específicas para propósitos concretos.
Al estudiar y aprender a aplicar estas técnicas de manera correcta, nuestra experiencia y comprensión del shibari se enriquecerán.
Es importante evitar tanto el exceso como la falta de fuerza al atar. Debemos aprender a modular la intensidad, velocidad y fuerza de nuestras acciones como atadores.
Si aplicamos demasiada fuerza, intensidad o velocidad, es posible que sobresaltemos a la persona atada. Su atención se centrará en nuestras acciones y en la parte de su cuerpo sometida a una presión excesiva en ese momento. Su mente estará focalizada tratando de anticipar nuestros próximos movimientos.
Por otro lado, si la persona que ata se mueve de manera indecisa y lenta, si las ataduras quedan flojas o el agarre es débil, la persona atada oscilará entre el aburrimiento y la desconfianza.
Ambas situaciones no son deseables en el contexto del sekibaku.
Es esencial que la persona atada pueda concentrarse plenamente en el momento presente, en lo que está experimentando y viviendo, sin distracciones ni interferencias causadas por los actos de la persona que ata.
En sekibaku, la adaptabilidad es una habilidad esencial. Quienes ejercen la técnica deben ajustarse no solo a la persona que está siendo atada, considerando su anatomía, estado físico y circunstancias específicas, sino también al momento presente.
Cada instante es único, y lo que funcionó ayer puede que no sea apropiado hoy. Además, es importante adaptarse a la propia condición y a la intención que se busca lograr.
En este estilo, la rigidez no tiene cabida. Debemos mantener una mentalidad flexible en nuestras aproximaciones. Esto implica abordar nuestras expectativas con realismo y vivir el momento sin apegarnos a guiones preestablecidos, ya que estos guiones solo sirven para mantener a ambas partes en sus respectivas zonas de confort.
Tanto la persona atada como quien lleva a cabo el atado deben estar dispuestos a abandonar sus zonas de seguridad, bajar sus barreras y mostrar sus vulnerabilidades. Esta apertura y vulnerabilidad mutua son fundamentales para una experiencia satisfactoria que aporte elementos de valor a nuestras interacciones y relaciones.
Sekibaku es diálogo, conversación. Y como tal debe estar libre de ruidos, de estridencias, y requiere tanto de la escucha activa como de la libre y fluida expresión.
Podemos enfocar la sesión como una charla, una entrevista, un interrogatorio.... pero nunca como un castigo o una tortura.
Tanto en el castigo como en la tortura no hay diálogo. Con suerte será un monólogo, situamos a una persona arriba y a otra abajo en desigualdad, y el objetivo en uno de los casos es causar daño y en el otro escuchar lo que queremos oír. No aprender, no compartir, no hay intercambio en esas vivencias.
Utilizar la fuerza en exceso, hacer daño no es tolerable en el sekibaku. Aquí estamos usando técnicas que están diseñadas para restringir, no para dañar. Esa es una forma de actuar que encamina el shibari hacia el maltrato y la violencia.
Dolor
Estas técnicas no deben, en ningún caso, causar dolor. Si se experimenta dolor, es una señal de que estamos ejecutando la técnica de manera incorrecta.
Si la persona atada siente incomodidad o molestias que no llegan a ser dolorosas, es una señal de alerta que nos avisa de que algo no está yendo bien, es una señal de que debemos detenernos y examinar dónde reside el problema.
Esta es la forma de aprender, analizando, detectando los problemas y aplicando medidas correctoras. Nadie está libre de cometer errores, nadie está libre de sufrir accidentes, y todos debemos aprender de ello y evitar que se repitan en el futuro. Cuanto antes actuemos menores serán los riesgos de accidente o lesión.
La comunicación verbal, directa, clara y concisa entre ambas partes es esencial para establecer pautas que nos lleven a mantener una práctica segura y satisfactoria del shibari.
No dudéis en consultar cualquier duda o pregunta al respecto.
Nota: el "dolor" del que estamos hablando aquí, es causar daños físicos y emocionales por ego y torpeza, no por mutua satisfacción sexual.
Gestionar las Expectativas y Aprender
La discrepancia entre las expectativas previas a una sesión y la realidad que se experimenta se convierte en malestar. Esto no es malo, tampoco bueno. Debemos aprender a gestionarlo, a entenderlo y expresarlo.
Tener ambas partes el mismo objetivo antes de la sesión es una gran ayuda en este sentido. Hablar, y comentar expectativas antes, y vivencias después de la sesión es otra gran herramienta que nos ayudará a gestionar ese "malestar".
Este malestar siempre debe entenderse como un impulsor de cambio, nunca como un obstáculo insuperable o un destino inmutable.
La honestidad consigo mismo, la autoevaluación y la autoaceptación son requisitos fundamentales para satisfacer nuestros propios deseos.
La honestidad con la otra persona con quien hacemos shibari es necesaria para que sea seguro para esta persona mostrarnos sus vulnerabilidades. Si no eres honesto contigo mismo, es improbable que puedas serlo con alguien más.
Intentar un ejercicio 100 veces y no conseguirlo ninguna es algo que confronta nuestras expectativas con la realidad, y que generará frustración.
Es normal que enfrentemos la frustración cuando intentamos una tarea repetidamente y no logramos el resultado deseado. La frustración es una parte integral del proceso de aprendizaje y, si no se presenta, posiblemente estemos autoengañándonos.
A partir de aproximadamente los 25 años, nuestro cerebro experimenta un cambio en su plasticidad, lo que significa que la forma en que aprendemos y adquirimos nuevas habilidades se modifica.
Con la pérdida de plasticidad, la creación de nuevas conexiones cerebrales requiere la presencia de ciertos elementos en la química cerebral, los cuales se generan en respuesta a la frustración.
Por lo tanto, sentir frustración se convierte en una parte necesaria del proceso de aprendizaje cuando nos enfrentamos a cosas nuevas. Junto con el sueño, la frustración juega un papel fundamental en la consolidación y fijación de nuevos aprendizajes en nuestro cerebro.
La frustración no debe ser evitada o temida, sino comprendida como una parte natural y valiosa del proceso de aprendizaje.
Es básico para la persona que ata aprender a manejar la frustración de manera efectiva y evite que esta afecte negativamente su experiencia y la de la persona con la que comparte esta práctica.
Si la frustración llega a bloquearte y obstaculiza tu progreso en el shibari, o si es un problema a la hora de compartir una vivencia y que esta sea satisfactoria, párate.
Analiza lo que estás haciendo, lo que quieres, lo que realmente quieres, tu intención, tu deseo en ese momento. Compartir estas reflexiones con la persona con la que practicas va a ser beneficioso para ambos.
Y si lo veis oportuno, comentarnos vuestros bloqueos y frustraciones. Nuestra trayectoria personal y profesional puede serviros de ayuda.
La comunicación abierta y la disposición para aprender y crecer son aspectos fundamentales en el shibari.