303 - HUESO Y MÚSCULO

Aplicación de Técnicas de Hueso y Músculo en el Shibari

Trabajo con músculos, huesos y articulaciones

15 minutos Taijutsu (體術)

Es el sistema con el que vamos a trabajar en esta clase y está compuesto por los huesos y músculos y articulaciones de nuestro cuerpo.

Aquí nos vamos a centrar en estas dos últimas, ya que nuevamente, si se lesionan huesos, todo mal.

Es extremadamente difícil y requiere de mucha fuerza el romper un hueso de una persona sana, por lo que antes de llegar a ello, habremos cometido muchos errores e irresponsabilidades que habrán desembocado en dicha lesión.

Recojo aquí una conversación mantenida con Yagami Ren hace unos años:

YR: ¿Sabes cuanta fuerza hace falta para romper un hueso?
SR: No
YR: Entonces, siempre correrás el riesgo de romperle a alguien un hueso. Una vez rompas un hueso sabrás cuanta fuerza hace falta y podrás modularte.

Articulaciones

En general, las articulaciones son conjuntos de huesos, cartílagos, ligamentos y tendones (entre otras cosas) que nos dan movilidad.

Existen muchas formas de catalogar las articulaciones, pero para lo que nos atañe dentro de la práctica de shibari, podemos decir que hay dos tipos, articulaciones móviles y articulaciones estables, que siguen un patrón móvil-estable a lo largo del cuerpo.

Cómo breve resumen:

  • Articulaciones móviles: dedos de los pies, tobillo, cadera (entendiéndola como la inserción del fémur en la pelvis), fracción torácica de la columna vertebral, hombros, muñeca y dedos de las manos
  • Articulaciones estables: puente de los pies, rodillas, seciones lumbar y cervical de la columna vertebral, conjunto escápulo-humeral, codos y manos

Tenemos que entender que ambos tipos de articulaciones responden de modo distinto, y que además en el shibari se utilizan con distintos propósitos.

Una articulación móvil nos permitirá progresar en la restricción mediante movimientos circulares, mientras que, a una estable, necesitamos darle esa estabilidad en la construcción de la figura e impedir que se mueva.

Si no comprendemos esta diferencia y las tratamos de forma opuesta, hay un riesgo elevado de lesión y daño en las estructuras de la articulación.

Advertencia especial para las personas con hiperlaxia

La hiperlaxia es una condición por la cual las fibras de colágeno de estas personas son distintas a las del resto de personas.

Haciendo, entre otras cosas, que tengan una amplitud de movimientos mucho más grande.

En un principio pudiera parecer que esta condición es algo muy interesante de cara a la práctica del shibari, ya que pueden adoptar posturas mucho más dramáticas, doblarse mucho más que otras personas llevando sus extremidades a posiciones extremas.

Sin embargo, necesitamos entender lo qué está ocurriendo en el cuerpo de esa persona cuándo realizamos estas acciones.

Sus articulaciones son mucho más inestables que las de la población general, de modo que, para llevar a cabo esos movimientos tan amplios que les pedimos, acaban por utilizar las partes pasivas que las conforman, como los tendones o ligamentos, en vez de frenar y oponer resistencia antes de comprometerlas como haría otra persona.

Estas compensaciones no se ejecutan de forma consciente, la persona no piensa "voy a usar mis ligamentos", sino que son respuestas automáticas del cuerpo ante la demanda que le imponemos.

Por lo tanto, si vamos a atar con alguien que tiene hiperlaxia, debemos ser muy conscientes de lo que implica, trabajar mucho en la estabilización de las articulaciones y vigilar los rangos y compensaciones que se puedan producir.

Activación Muscular

Los músculos son los encargados de ejecutar el movimiento del cuerpo mediante su contracción y estiramiento.

A nivel biomecánico, es importante saber que nuestro cuerpo está diseñado para moverse siguiendo unos patrones que considera como los más eficientes y seguros.

Hemos evolucionado gracias al movimiento, de tal forma que nuestros músculos se han ido especializando para llevar a cabo ciertos movimientos y acciones.

Sin embargo, nuestro estilo de vida suele distar bastante de este patrón óptimo de movimiento y es frecuente que tengamos vicios posturales; lo que hace que en muchas ocasiones, cuándo le pedimos al cuerpo un movimiento, nuestro cerebro resuelva en utilizar los patrones viciados que le resultan familiares en vez de los óptimos.

Por ejemplo, si cuándo nos agachamos a recoger algo del suelo, o a atarnos los zapatos, solemos flexionar la espalda, lo más probable es que si tenemos que agacharnos para levantar un peso sin pensar, como puede ocurrir a la hora de realizar una suspensión, lo hagamos con dicha flexión.

De modo que quien soporta ese peso será la región lumbar de nuestra columna en lugar de los glúteos, que son los que han sido diseñados para esa tarea.

Esto es lo que denominamos como compensaciones, y las podemos definir como emplear un músculo o estructura que no está diseñado para tal función en lugar del que sí lo está.

Las compensaciones son algo muy peligroso que hay que vigilar y corregir, tanto en la persona que ata como en la que es atada.

A la hora de construir las distintas figuras, es importante comprender cómo funcionan a nivel biomecánico para asegurarnos de que sean los músculos y estructuras correctos quienes están haciendo el soporte de los pesos y fuerzas, así como que el reparto de los mismos es el más óptimo posible.

Aunque no vamos a hablar de los ligamentos, tenemos que tener en cuenta una cuestión, las compensaciones suelen castigarlos mucho y son unas estructuras que no se recuperan fácilmente.

Con esto no os queremos decir que no os mováis en todos los rangos posibles. Al contrario, experimentar distintos patrones de movimiento es algo beneficioso.

Sin embargo, cuándo hablamos de adoptar una posición en la que se van a soportar pesos y aplicar distintas fuerzas, cuánto más cercanos estemos a posturas y patrones óptimos, mejor será el reparto de pesos y fuerzas que realiza nuestro cuerpo, disminuyendo el riesgo de lesiones.

En relación con la musculatura, necesitamos entender cuándo un músculo está activo y cuándo está inactivo, además de que nuestro cuerpo está diseñado para soportar pesos con la musculatura activa y sobre las articulaciones estables.

En nuestro día a día, son los músculos estabilizadores del cuerpo los que se encargan de proteger y dar estabilidad a las articulaciones; y esto es algo que debemos recordar en la práctica de shibari a la hora de construir las figuras, ya sea activándolos directamente durante la sesión y/o reforzándolos con las cuerdas.

En shibari la tensión es clave, tensión en la cuerda y tensión en el cuerpo. Una cuerda sin tensión no transmite, pero tampoco transmite un músculo sin tensión, es decir, inactivo.

En términos generales, un músculo cuándo está activo, está duro, mientras que uno inactivo está blando.

Suele resultar más sencillo verlo en la contracción muscular, no obstante esta activación es importante que se dé también en la extensión.

Esto se debe a que, en términos generales, un movimiento se realiza mediante la acción conjunta de los músculos agonistas y antagonistas de dicho movimiento.

Si bien se trata de una cuestión compleja, podemos resumirla de tal forma que los músculos agonistas son aquellos que cuándo se enervan, se contraen para ejecutar un movimiento; por ejemplo, al levantar la pierna para caminar, los cuádriceps actuarían como agonistas efectuando una contracción que eleva el fémur.

Mientras que los antagonistas, cuándo se enervan, se estiran para favorecer y estabilizar el movimiento; en el ejemplo anterior, los glúteos e isquiotibiales de la parte posterior de la pierna estarían actuando como antagonistas del movimiento.

Durante la sesión de shibari, debemos provocar esta activación en la persona atada, ya que quien ata es quien tiene el acceso a recursos, no podemos esperar que sea la persona atada lo haga de manera consciente.

Además, si estamos atando con una persona que en su vida diaria tiende a realizar compensaciones de movimiento, lo más probable es que estas se traduzcan también a la práctica de shibari y su cuerpo no active la musculatura necesaria de forma automática.

Para ello, podemos utilizar la piel como medio de comunicación provocando estimulaciones suaves como caricias, golpecitos o pequeños pellizcos, recordando siempre que si se produce dolor, el cerebro va a resolver en desactivar la musculatura como protección.

La activación es agonista al movimiento, es decir, ese músculo que estamos estimulando se prepara para una contracción, haciendo que los antagonistas a su vez se preparen para una extensión.

Se trata de algo importante, ya que si la hacemos sobre el grupo muscular que no es, estaremos activando al cuerpo para el movimiento contrario, lo que puede dificultar la construcción de la figura y el reparto de fuerzas y pesos.

Otros métodos que tenemos a nuestra disposición son usar el sistema vascular, aumentando la irrigación en la zona; o también inducir el movimiento para que ese músculo lo siga, comprobando que lo realizó de la manera correcta.

Rango Dinámico

El rango dinámico es la amplitud de movimiento de una articulación.

El rango activo es la amplitud de movimiento que puedo conseguir en una articulación, utilizando solamente los músculos de esa articulación y la fuerza de esos músculos. Sin ninguna ayuda externa, o de otras partes del propio cuerpo.

El rango pasivo es la amplitud de movimiento que puedo conseguir en esa articulación, empleando otras fuerzas externas a ella. Siempre es mayor que el activo y su punto máximo es aquel a partir del cual no podemos mover más la articulación.

Estos rangos no son fijos y en una misma persona varían de día a día, e incluso a lo largo de la sesión, a medida que los músculos se van activando y entrando en calor, el rango activo de la persona se va a incrementar.

En cuánto a los rangos dinámicos, debemos tener en cuenta que al llevar a una articulación a su rango pasivo, los músculos asociados a ella se desactivan.

Ya que el cerebro considera que no son necesarios o no sabe que hacer con ellos en ese rango, por lo que resuelve en desactivarlos para economizar energía.

Esto implica que la articulación se vuelve más inestable y el riesgo de dañar sus estructuras pasivas incrementa.

Recordemos que si le pedimos un movimiento al cuerpo, este va a hacer lo posible para dárnoslo y, en este caso, esto implica utilizar los tendones y ligamentos para sostener esa posición en lugar de los músculos.

Debido a esto, es importante ir progresando poco a poco en las restricciones, dejando que el cuerpo se adapte y vaya comprendiendo cómo tiene que responder, a la vez que lo vamos ayudando mediante la activación muscular y el refuerzo con las cuerdas.

¿Qué nos aporta la activación muscular?

En primer lugar, mantener la activación muscular durante la práctica del shibari nos aporta seguridad, reduciendo el riesgo de lesión para la persona atada.

Mientras la musculatura se mantenga activa, estará cumpliendo su función y las cargas o fuerzas aplicadas sobre su cuerpo no actuarán sobre otras partes como ligamentos, tendones o nervios.

En el plano erótico, la activación muscular facilita la estimulación al aumentar la “sensibilidad” con dicha activación. Hay una mayor irrigación, lo que favorece las funciones de los diferentes receptores nerviosos situados en la piel, al tiempo que la masa muscular activa está más “compacta” lo que favorece la transmisión de vibraciones a lo largo del cuerpo.

Mantener la activación muscular

Mantener la activación muscular consume mucha energía, por lo que no es posible mantenerla de forma indefinida.

Cada persona, en cada ocasión, dependiendo de su condición en ese momento, podrá mantenerla más o menos tiempo, pero normalmente será menor de lo que nos imaginamos.

Por tal motivo, la persona que ata, debe tener esto en cuenta a la hora de planificar y gestionar la sesión. En este sentido, la gestión puede hacerse desde la modulación de la intensidad o desde la aplicación de técnicas de cuerda que refuercen la estabilidad del cuerpo.

Recordemos que la función biomecánica de la activación muscular en el shibari es aportar estabilidad a las articulaciones.