Las restricciones son técnicas que se basan más en nuestras capacidades mentales (calma, percepción, decisión, adaptabilidad, técnica y conciencia global) que en la fuerza muscular.
Kankyu (緩急)
Relacionado con el tema general de esta clase —la gestión y el manejo—, repasemos algunos conceptos que tienen gran relación con la restricción.
El primero es la tensión del cuerpo. Recomiendo leer detenidamente los temas correspondientes para entender claramente cómo funciona dicha técnica.
El segundo, estrechamente vinculado con el anterior, es la necesidad de conocer la anatomía humana para poder hacer restricciones con seguridad y eficacia.
El tercer concepto es Kankyū (緩急), que a veces se expresa como merihari. Son términos relacionados en el shibari con el tiempo, la cadencia y la velocidad.
La percepción del tiempo es diferente para cada persona en cada momento, pero también para cada rol. Para quien ata, el tiempo transcurre a un compás acelerado, rápido, sin pausas... mientras que, para la persona atada, el tiempo es lento, con un ritmo pausado en el que la pausa y la calma son esenciales para que sus deseos ocultos fluyan.
Como siempre, la clave es la adaptación: adaptarnos primero a nuestro propio estado en ese momento, luego al de la persona con la que estamos, sin dejar de lado la necesidad de adaptar nuestros tiempos a las circunstancias y al devenir propios de ese instante preciso de la sesión.
Podemos atar rápido y con fuerza para expresar contundencia, o lento y fuerte para transmitir poder; las combinaciones son infinitas. Pero lo que nunca debemos hacer es atar todo el tiempo al mismo ritmo, manteniendo el mismo compás desde el principio hasta el fin.
Esto es monótono; nos lleva a ambos a perdernos en nuestros propios mundos interiores, sin conectar con la otra persona, y hace prácticamente imposible gestionar el devenir emocional de la sesión.
¿Recordáis el esquema de la cebolla y el pentagrama?
Kankyū es ese cambio de tempo, de lento a rápido, de rápido a lento. Y, al igual que en todo movimiento, al hacerlo en una dirección, unos músculos se extienden y otros se contraen.
Enlazando con lo que vimos sobre la gestión de la energía, el equilibrio y el balance, acelerar y decelerar nuestro ritmo al atar intensifica y reduce las sensaciones, tanto en la persona atada como en quien está atando.
Es el uso de los opuestos: subir y bajar, fluir como el mar. Fu chin, nuevamente.
Aplicación
Esto no se traduce en una serie de trucos mediante los cuales atar fuerte o suave, rápido o lento provoque automáticamente un efecto determinado en la persona atada. Eso es un error. No siempre reaccionamos igual ante un mismo estímulo; ni siquiera lo que consideramos un mismo estímulo es exactamente igual en una u otra ocasión.
Lo que sí debemos entender es que los cambios de ritmo no se logran simplemente variando la velocidad e intensidad con que manejamos la cuerda. También influyen la distancia, cómo gestionamos el maai entre ambas personas, la respiración y una serie de factores ambientales.
Este es uno de los motivos por los que no soy partidario de poner música "occidental" durante las sesiones. Por una parte, su ritmo es siempre el mismo; suelen ser cadencias que se repiten de forma machacona. Por otra, una pieza musical concreta puede estar asociada a recuerdos, momentos o estados de ánimo en cualquiera de los participantes en el shibari, provocando una reacción no deseada.
Ritmo
Sekibaku es un estilo de shibari erótico enfocado en obtener la satisfacción del deseo sexual; por tanto, en su desarrollo se gestionan emociones (el deseo es una emoción) y sensaciones que no funcionan de manera lineal.
Debemos modular la sesión (arriba y abajo) para poder llevar una gestión adaptativa de la misma.
Cuando buscamos respuestas, planteando el encuentro erótico como una entrevista o interrogatorio, los cambios de ritmo e intensidad son imprescindibles para diferenciar las respuestas verdaderas de los condicionamientos o vías de escape.