Lección 1: Baku-go (第一課 縛語)

Conceptos Base del Yagami Ryu

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Randa Mai 乱田舞 (1959-2022)

Uno de los signos que nos indican que estamos en un cambio de ciclo en el shibari es el relevo generacional.

Randa Mai 乱田舞 quizás no sea un nombre muy popular entre quienes lleváis menos tiempo en el shibari. Pero para mí fue una figura clave en mis inicios. Influenciando notablemente mi forma de vivir, entender y practicar el shibari por aquel entonces (hace ya algo más de 20 años).

Su look y estética son todo un clásico, vestido de negro con ropa floja de descanso, gafas oscuras, barba de varios días, mascando chicle y actitud chulesca.

Randa Mai comenzó su carrera en la industria adulta en los años 90 del siglo pasado, colaborando con varias revistas de temática SM. Donde se definió su estilo de shibari, en el que el uso del látigo y el castigo físico tenían un papel relevante. Una dureza a tono con la situación económica y social de Japón en aquella época, en la que una brutal crisis económica sacudía el país.

Recuerdo que en los primeros años de este siglo sus vídeos, en lamentable VHS-Rip, circulaban por los sitios de porno pirateado, siendo uno de los pocos materiales audiovisuales a los que teníamos acceso desde esta parte del mundo.

Especial mención merece la serie producida para Attackers, compartiendo cartel con otros atadores como Arisue Go.

Fue uno de los primeros atadores en pagar a sus modelos por las marcas que dejaba en su cuerpo. Marcas que les impedían trabajar en otras producciones o eventos ajenos al SM, que al fin y al cabo siempre fue un género minoritario.

Desde 2016 gestionó un bar sm llamado Ranbukan (o Bar Randa Mai).

La noche, el consumo de alcohol, y las adicciones a otras drogas marcaron su vida y su carrera. Durante años fue relegado a los circuitos más underground, siendo considerado por las nuevas hornadas de atadores japoneses como un personaje marginal, por quienes se mantienen alejados de esos ambientes, aunque la mayor parte de sus alumnos guardan una gran memoria de él, como maestro y como persona.

Pero antes, durante la primera década del siglo, fue uno de los bakushi dominantes en la escena de Tokyo, ocupando el espacio dejado por Akechi Denki (fallecido en 2005).

En esa época, Nawashi Kanna estaba apartada de la escena pública, Naka Akira se dedicaba casi por completo a la producción audiovisual, y jóvenes atadores como Hajime Kinoko o Yagami Ren estaban dando sus primeros pasos como estudiantes, o aún no se habían acercado al shibari.

De esta época viene la relación de Randa Mai con Natsuki Aoyama 青山夏樹, quien como su deshi tomaría el nombre de Nidaime Randa Mai 二代目 乱田舞 (Segunda Generación de Randa Mai).

Su relación fue tortuosa, con grandes desencuentros, marcada por el mismo tono áspero que rodea la figura de este bakushi. En los últimos tiempos (verano 2024), Natsuki Aoyama vuelve a lucir el dragón en su ropa (en referencia a las camisas que vestía Randa Mai), y nuevamente ejerce como heredera del estilo.

No es un dato confirmado, pero parece ser que Randa Mai fue quien primero puso sobre escena el columpiarse sobre gyaku-ebi tsuri. La icónica imagen del atador balanceándose sobre el cuerpo horizontal de la persona atada en suspensión.

Su enfoque del shibari estaba muy alejado de la forma en que se entiende hoy día, especialmente en occidente. También su estilo de vida. Demasiado duro, demasiado violento.

Este estilo de vida le pasó factura, su salud se deterioró con rapidez. Enfermedades que afectaban a sus huesos y sistema nervioso le llevaron a visitar con frecuencia los quirófanos y abandonar la actividad profesional.

Recuerdo una conversación que mantuvimos hace años, en la que lamentaba amargamente que su estilo de vida le hubiese apartado de su familia, que en algún momento de decadencia le repudiaron y dieron la espalda.

Uno de los escasos materiales para conocer su figura fuera de Japón fue una entrevista que le hizo Osada Steve allá por el año 2000.

En dicha entrevista, Randa Mai emplea el bunraku como metáfora de la forma en que entendía su papel como bakushi sobre el escenario.

El nawashi debe permanecer en un segundo plano. El centro de una actuación es la mujer que está siendo manipulada con la cuerda, como las marionetas a las que dan vida unos titiriteros invisibles. Me gusta compararme con los kuroko (黒子), esos hombres de negro que controlan las marionetas en el bunraku (文楽, teatro de marionetas tradicional japonés).

En la entrevista hace referencia a otro concepto que me gustaría señalar, "enfermos del corazón" (kokoro byouki, 心病気).

Personas que no son capaces de gestionar sus emociones en el día a día. Que aceptan una forma de vida inhumana. Permitiendo que los formalismos, las convenciones, los "tengo" y los "debo" se impongan a los "voy", "soy" y "estoy". Personas a las que, más pronto que tarde, el estrés y el agotamiento emocional acaban venciendo.

Randa Mai se refiere así a las personas que acuden a sus sesiones privadas. Personas que han aprendido a encontrar en el dolor una vía de escape, que no de satisfacción. Personas para quienes los breves instantes de "after-care" post sesión son la única forma en que se permiten sentirse cómodas y cuidadas.

Eso es algo horrible. Totalmente alejado del shibari erótico. Es una pantomima de la vida. Practicar la higiene emocional sobre uno mismo no es algo opcional o que se pueda postergar para "más adelante".

Unos meses antes de su fallecimiento, Randa Mai participó junto a Hana Kanno de la que sería su última película. Apenas habían pasado unos meses de su última operación de cadera y requería de prótesis ortopédica para moverse fuera de la silla de ruedas.

Y esta es una realidad que muchas veces se da en los bakushi japonese cuando alcanzan cierta edad o enferman. Deben seguir trabajando, no por gusto. Por necesidad económica. Así son las cosas, y no debemos endulzarlas con idealizaciones románticas.

Randa Mai fue sobre todo una figura que nos debe hacer reflexionar sobre muchas cosas. Pero especialmente sobre las prioridades en la vida, sobre la futilidad de perseguir sombras en la pared y sobre la importancia de afrontar el shibari desde el corazón, con honestidad (本気) y con el fin único de disfrutarlo como la vivencia erótica que es.

Descansa en paz.