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SHIBARI DOJO | YAGAMI RYU | #MSAFE

Si bien es algo que teóricamente practicamos a diario, con frecuencia se confunde el acto de comunicarnos con el de hablar y decir cosas.

La comunicación es una acción que ocurre entre, como mínimo, dos personas, y su objetivo principal radica en que el otro comprenda lo que quiero expresar.

Sin embargo, en muchas ocasiones nos enfocamos en simplemente decir lo que deseamos.

Pero si tu objetivo es que se entienda tu mensaje, tendrás que proporcionar claves para que pueda lograrlo, de manera que nuestra comunicación no se base únicamente en que "aceptemos lo que el otro dice" sin más.

Lo que deberíamos preguntarnos es: ¿Qué quiero que la otra persona entienda?, en lugar de ¿Qué quiero decirle?

Aunque no tengamos margen de maniobra sobre la comprensión de la otra persona, sí que podemos modular la comunicación con base en las interacciones previas entre ambos, en lugar de simplemente hablar y dar por hecho que la otra parte está entendiendo palabra por palabra.

Es parte de la responsabilidad personal de cada individuo hacer todo lo que esté a su alcance para que la otra parte entienda lo que quiere transmitir; no se puede delegar esta responsabilidad.

El primer paso para comunicarse es tener claro qué es lo que queremos que la otra parte entienda (mensaje), e igualmente importante es la elección de la forma de expresarlo para facilitar su comprensión (código). Pero en este proceso también debemos tener en cuenta la cantidad de información que queremos compartir.

Por ejemplo, imagina que me propones organizar una sesión esta noche después del trabajo y yo te respondo que no.
Si dejo la respuesta en ese punto, puedes interpretar y entender muchas cosas diferentes de lo que realmente está sucediendo.
Para explicarte mi situación y que me comprendas mejor, puedo decirte que estoy cansada, o que dormí mal y, por eso, estoy cansada, o que debido a una serie de problemas por los que estoy pasando no consigo dormir bien, lo que me lleva a estar cansada.
Las tres expresiones son explicaciones verdaderas de mi situación y son suficientes para comprender lo que me está ocurriendo (estoy cansada). Yo decidiré cuál utilizar en función de cuánto quiera compartir en ese momento.

Una de las estrategias más útiles que podemos emplear es ajustar nuestro lenguaje a la persona con la que estamos comunicándonos. Aunque hablemos el mismo idioma, debemos asegurarnos de que nuestra forma de expresarnos sea comprensible.

No tiene sentido utilizar palabras y frases complejas si lo único que logramos es crear ruido y confusión. Cuando hacemos esto, generalmente nuestro objetivo no es comunicarnos, sino mostrar cuán cultos e inteligentes somos.

Otra herramienta que nos ayuda a mejorar la comunicación es explicar lo que significan para nosotros los conceptos abstractos que empleamos.

Por ejemplo, después de una sesión, si ante la pregunta "¿Cómo estás?", la respuesta es "bien", ese "bien" es un concepto abstracto que puede tener significados y matices diferentes. Definir o acotar el significado que damos a estas expresiones abstractas ayudará a establecer una comunicación más clara y efectiva.

Recordemos que la otra persona no puede leer nuestros pensamientos y no sabe exactamente a lo que nos referimos cuando utilizamos expresiones abstractas.

Aunque estas expresiones tengan significados similares para ambos, es nuestra responsabilidad asegurarnos de que la otra persona comprende a qué nos referimos al emplearlas.

Cuando trabajamos en estas cuestiones, contribuimos a crear conceptos comunes, lo que fortalece el vínculo entre nosotros. Con el tiempo, esto nos permite comunicarnos a niveles más profundos y lograr una mejor comprensión mutua.

Lo mismo se aplica cuando la otra persona se comunica con nosotros. Es esencial centrarnos en tratar de entender lo que quiere decir, sin intentar forzar su comunicación para que encaje en la narrativa que tenemos en nuestra mente.

De lo contrario, es fácil que se produzcan malentendidos que puedan dar lugar a conflictos innecesarios, lo cual no nos aporta nada positivo.

Hacer preguntas como "¿Cuándo mencionas X, te refieres a Z?", o "¿Qué quieres decir con X?", o "¿Puedes darme un ejemplo para entender mejor lo que intentas decir?", puede ser de gran ayuda para comprendernos mutuamente durante una conversación.

Cuando tenemos discusiones de este tipo, es importante recordar que las discusiones son simplemente un intercambio de opiniones y argumentos, y no deben convertirse en conflictos personales. En estas conversaciones, cada persona está compartiendo su punto de vista, sus sentimientos y su experiencia personal de la situación.

Importante: respetemos siempre la perspectiva de la otra persona, ya que refleja cómo ha vivido la situación y cómo la interpreta. Esto no dice nada sobre nosotros, sino que nos proporciona información valiosa sobre la persona, su forma de ver las cosas y sus estrategias de afrontamiento.

Incluso si alguien nos dice algo como "la cuerda así me pellizca la piel", no está insinuando que seamos torpes o que no sepamos hacerlo; simplemente está compartiendo cómo se siente en esa situación. Está hablando de sí misma.

Debemos aprender a escuchar lo que la otra persona está diciendo sin tratar de relacionarlo todo con nosotros mismos. Este es el primer paso para establecer una comunicación efectiva entre ambas partes.

Por último, crear un espacio de comunicación entre las dos personas es fundamental para compartir nuestras intenciones, gestionar nuestras vulnerabilidades y asegurarnos de que estamos cuidando de nuestra seguridad emocional y de la persona con la que compartimos la experiencia de shibari.

Este enfoque fortalece el entendimiento mutuo.

Por supuesto, en una gestión adaptativa de las interacciones eróticas no tienen cabida ideas fantásticas como «fluir», «conectar» o «hablar con las cuerdas».

Estamos ante procesos complejos entre personas adultas que cuentan con un bagaje personal y que afrontan juntas procesos emocionales intensos.

La forma en que estas vivencias nos aporten algo tanto a cada uno como individuo, como a la relación que ambos mantenemos, pasa ineludiblemente por la comprensión y el análisis.

Si hay algo que comunicar, hagámoslo con palabras. Verbalizar las ideas o pensamientos es un paso necesario para procesar la vivencia y las emociones vividas.

Y hablemos desde la honestidad y el «yo». Sin cargar contra la otra parte. Lo que una persona siente es únicamente cosa suya.

Quien escucha debe hacerlo desde la aceptación, sin tomárselo como una crítica personal. Si algo salió mal, si algo no le gustó a la otra persona o si propone un cambio, esa es una información valiosa para cambiar y mejorar la próxima interacción.

No se trata de que una parte ceda ante la otra, sino de buscar puntos comunes para disfrutar juntos.

Por ejemplo: una de las partes puede haber considerado que la práctica fue muy dura o extrema; en el momento no le dio mayor importancia, pero a posteriori preferiría no repetir con ese nivel de dureza.

La otra persona no tiene por qué saberlo si no hubo una indicación clara al respecto. Si lo comentamos después de la sesión (mejor al día siguiente), podrán buscar formas de ajustar la dureza a parámetros en los que ambos estén cómodos.

Obviamente, nos referimos a analizar cosas que se pueden mejorar, evitar o abordar de otra manera. En ningún caso nos referimos a torpezas o a falta de atención a los deseos de una de las partes. Esas son conductas que deben erradicarse de cualquier interacción erótica.

En el caso de accidentes, de los que nadie está libre, o problemas surgidos por falta de dominio de la técnica, la comunicación honesta y directa ayudará, mediante la comprensión, a evitar que se repitan, mejorando así la experiencia para ambas partes.

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