En esta clase explicamos cómo gestionar las emociones para una experiencia segura y gratificante en el shibari, cuidando del bienestar y satisfacción de ambos participantes.
Una de las características más destacadas de las emociones es que no podemos generarlas a voluntad.
Si bien hemos explicado que nuestro cerebro las genera, pero esto no implica que tengamos un control directo sobre este proceso.
Por ejemplo, si intentas deliberadamente entristecerte en este momento, te darás cuenta de que es una tarea imposible de lograr de manera automática. Puedes pensar en situaciones que te provoquen tristeza, o escuchar ciertas canciones, o ver imágenes que evocan ese sentimiento, pero no puedes forzarlo.
Eso no es crear una emoción, es gestionarla.
Del mismo modo, si intentas dejar de experimentar una emoción, tampoco podrás hacerlo.
La emoción que experimentamos en un momento dado depende de nuestro contexto interno, nuestro contexto externo y del conjunto de experiencias que hemos acumulado a lo largo de nuestra vida.
Aplicado al deseo, no podemos forzar a que lo que nos atrae deje de atraernos. De manera similar, no podemos forzarnos a sentir atracción hacia algo que no nos resulta atractivo solo porque deseamos hacerlo.
Podemos aprender a erotizar ciertas cosas para ampliar nuestro repertorio erótico, pero este proceso tiene sus limitaciones.
Las emociones, los pensamientos y las tendencias conductuales se influyen mutuamente.
Esto significa que nuestras emociones influenciarán nuestros pensamientos y nuestras ganas de llevar a cabo ciertas acciones. Es lo que se conoce como un "esquema procedimental".
Cada emoción está acompañada de este tipo de esquemas, que nos guían sobre cómo actuar en función del contexto, tanto interno como externo, en el que experimentamos esa emoción.
Dependiendo de los resultados que obtengamos, generaremos otro momento emocional distinto al anterior, lo que modificará nuestra vivencia.
Estos cambios no siempre son perceptibles, y a menudo los percibiremos como "la misma emoción". Sin embargo, si reflexionas sobre diversas ocasiones en las que has sentido tristeza, ¿no te das cuenta de que no todas fueron idénticas? De hecho, incluso durante una misma situación, es probable que hayas experimentado variaciones desde el momento en que comenzó la tristeza hasta que desapareció, aunque en todo ese tiempo la hayas sentido como tristeza.
Dado que los pensamientos y las conductas son elementos que puedo controlar voluntariamente y que influyen en el próximo momento emocional, forman parte del conjunto de herramientas que tengo a mi disposición para gestionar mis emociones.
El término "tendencia conductual" se refiere al esquema de comportamiento que acompaña a una emoción y que se experimenta como una inclinación a actuar de cierta manera, aunque no necesariamente se traduzca en una conducta concreta.
Su manifestación depende de diversos factores, como la valoración que hagamos de los posibles resultados, nuestra brújula ética y moral, nuestras metas a medio y largo plazo, o los costos asociados a llevar a cabo esa acción, entre otros. Depende de lo que hemos aprendido a lo largo de nuestra vida.
En el caso específico del deseo, cuando lo generamos, comenzamos a ver nuestro entorno desde una perspectiva erótica.
Nuestros pensamientos se dirigen hacia aquellas cosas que contribuyen a mantener y generar nuevos momentos de deseo, ya que esta es una emoción placentera. Nuestra tendencia conductual, es decir, lo que nos apetece hacer, se alinea con el objetivo de mantener activo ese deseo.
Dentro de la sesión de shibari, vamos a jugar con estas herramientas para trabajar sobre el deseo.
Reacción Emocional
La reacción emocional sigue una forma de curva normal, con tres partes diferenciadas.
Tenemos la etapa de subida, dónde se empieza a activar la emoción y comienza a haber esa influencia mutua con pensamientos y tendencias conductuales, y nuestras herramientas son de gestión de esa activación.
El pico, cuándo pasamos el punto de activación balístico o de no retorno, y alcanzamos el nivel de activación más alto. Cualquier intento de gestión en esta fase es inútil. En este punto es donde se situaría el subspace y es sencillo entender por qué se le llama estado alterado de consciencia. Nuestra percepción, nuestros pensamientos y aquello que nos apetece hacer está absolutamente teñido por esa emoción y se van a orientar hacia aquellas cuestiones que la mantengan y la incrementen.
En una situación así, como podéis ver, no estamos en pleno uso de nuestras facultades cognitivas, de razonamiento, y tomar decisiones en pico es una mala idea porque nos podemos arrepentir en la fase siguiente.
¿Qué podemos hacer? Disfrutarlo sin exponernos a riesgos innecesarios.
La última fase es la de bajada, en la que ya podemos decir vuelvo a ser yo, y mis pensamientos y aquello que me apetece hacer poco a poco deja de estar influido por la emoción.
Es en esta fase en la que podemos procesar lo ocurrido anteriormente y dónde situaríamos el llamado “aftercare”.
Tal y como lo entendemos, no se trata solo de unos abrazos y mimos, sino que nos parece importante incluir las herramientas que nos van a ayudar a procesar lo que ocurrió en las fases anteriores.
Por ambas partes, tanto quién ata como quien es atado.
La comunicación es esencial para poder hacerlo y debemos asegurarnos siempre de haber bajado lo suficiente para poder entrar en procesamientos más complejos sobre la vivencia que hemos tenido.
Es muy frecuente que cada parte tenga su propia velocidad de bajada, por lo que retomar la comunicación al día siguiente puede ser beneficioso
El deseo sigue un esquema similar, y es fundamental conocerlo para poder utilizarlo a nuestro favor dentro de la sesión de shibari de forma que sea satisfactoria para ambas personas.
Cuándo hablamos de satisfacción, nos referimos a aquello que ocurre cuándo termina la curva.
Con esto en mente, podemos comprender que la erótica es una faceta sobre la que tenemos un cierto margen de maniobra, es decir, podemos realizar ajustes que nos lleven a disfrutar de una sexualidad más satisfactoria.
En concreto, lo que podemos hacer es cultivarla mediante el descubrimiento de nuevas prácticas, interacciones, fantasías, etc. ante las que nuestro deseo se activa. Sin embargo, no vamos a poder cambiarla, en el sentido de que no podemos modificar nuestro deseo de tal modo que se active o desactive a nuestro antojo para hacer que cosas que nos ponen dejen de hacerlo, o viceversa, por mucho que nos esforcemos.
Las herramientas que tenemos a nuestra disposición son, por lo tanto, todas aquellas que nos van a ayudar a ir descubriéndonos, conociéndonos y aceptándonos.