Una de las áreas de estudio del Yagami Ryu es Nawasuji (縄筋), que abarca todas las técnicas y conocimientos necesarios para un uso eficiente de la cuerda en el shibari. Bajo este concepto, se agrupan las técnicas específicas de cuerda, centradas en lograr un manejo eficaz y fluido
En sekibaku, la función de la cuerda es ofrecer apoyo y estabilizar la restricción. Mantener la tensión en el cuerpo por medio de la cuerda es una de las habilidades clave que debemos aprender y practicar.
Antes de abordar en detalle la cuerda y las técnicas en las que se emplea, debemos entender cuál es su función en el shibari estilo del Yagami Ryu.
La restricción NO proviene de la cuerda
Las restricciones no se construyen con la cuerda. NUNCA. Una restricción eficaz y segura se construye a partir de la anatomía.
Es el conocimiento anatómico y la comprensión de cómo funciona la biomecánica lo que nos permitirá construir restricciones que se puedan mantener con seguridad y eficacia durante el tiempo que dure la sesión sin tener que estar pendientes cada cinco minutos de sí "¿estás bien?".
La falta de técnica en la restricción y seguridad en las propias ataduras hace inviable cualquier interacción erótica más allá del alivio rápido.
Entendamos, pues, que la cuerda en el shibari es una herramienta, que debemos manejarla con seguridad y eficacia. No hacerlo es una forma de agresión. Es llevar al encuentro erótico riesgos físicos que no son aceptables bajo ningún concepto.
La cuerda se emplea simplemente para afianzar la restricción ofreciendo apoyo, siendo su principal utilidad actuar como herramienta de gestión y comunicación.
Por lo tanto, necesitaremos un material blando, flexible y con cierto grado de dinamismo, que permita modular el manejo y la tensión al tiempo que transmita de forma eficiente las vibraciones.
Esto excluye directamente elementos duros o rígidos, como metales (grilletes, cadenas, … ), pero también algunos materiales orgánicos o sintéticos con los que se elaboran cuerdas poco manejables.
En cambio, nos abre las puertas a los materiales “blandos”, como cordones y cuerdas de fibras vegetales, especialmente aquellos que tienen un alto grado de manejabilidad, pero también prendas de ropa y cualquier otro elemento que se os pueda ocurrir, siempre y cuando tengan estas propiedades.
Obviamente, con una corbata no se pueden hacer «ataduras» complejas, y gestionar por medio de una tela es más difícil, pero para estabilizar una restricción simple y llevar a cabo, en este caso, una gestión eficiente, es más que suficiente.
Pero si queremos ir más allá, explorar y avanzar en el conocimiento técnico, necesitaremos herramientas apropiadas.
En este caso, la opción adecuada es cuerda de yute, trenzada, preferiblemente de tres hilos y con un comportamiento más “blando” que “rígido”.
El motivo es que buena parte de las técnicas que empleamos están desarrolladas a partir de este tipo de cuerda, por lo que contar con la cuerda adecuada nos facilitará la tarea.
A modo de consejo: para empezar, 3 cuerdas de entre 7 y 8 metros y con diámetro de 5 mm son más que suficientes para comenzar a practicar y aprender. Complementarlo con un par de cuerdas de unos dos metros (mismo diámetro) es todo lo que necesitaremos en esta fase del aprendizaje.
Vamos a explicar básicamente cómo la técnica se adapta a la cuerda trenzada.
Este tipo de cuerda se construye a partir de fibras vegetales, yute, que cuenta con hojas laminadas. Una vez cosechadas, se convierten en fibras vegetales alargadas mediante un proceso mecánico.
La longitud de las fibras es clave para determinar la resistencia final de la cuerda. Asimismo, el proceso mecánico por el que se convierte la hoja en fibra influye en la inclusión o no de residuos (generalmente del tallo o peciolo) entre las fibras. Dichos residuos nunca son deseables, ya que afectan al tacto y manejo de la cuerda.
A partir de las fibras vegetales, se elaboran hilos mediante un proceso de trenzado al que se le da una dirección de giro (por ejemplo, siguiendo las agujas del reloj).
Fibras más largas se distribuirán a lo largo de una mayor longitud de hilo, dotándolo de mayor resistencia al peso y tracción.
Con un número variable de hilos, se trenzan los cordones, siguiendo una dirección de giro opuesta a la del hilo (siguiendo con el ejemplo, en sentido contrario a las agujas del reloj).
El número de hilos en cada cordón influirá en el grosor, manejabilidad y resistencia de la cuerda a la fricción y la tracción.
Finalmente, los cordones, generalmente tres, se trenzan entre sí (en sentido horario) para formar la cuerda. El número de veces que se entrecruzan los cordones por metro de cuerda influye en su resistencia y manejabilidad.
Esta estructura de la cuerda, formando un torque, es determinante no solo para conseguir que sea más resistente, sino que también facilita la transmisión de las vibraciones a lo largo de su extensión.
Otro de los efectos, que influye decisivamente en la forma de manejarla, es que la cuerda tiene dirección: el trenzado facilita su deslizamiento en una dirección y la retiene en la opuesta.
Por ese motivo, la cuerda en shibari se maneja «doblada por la mitad», para que al manejarla y hacer bloqueos o nudos sea fácil pasarla y ofrezca resistencia al retroceso.
Manejar la cuerda "a favor" del trenzado también facilita la transmisión de las vibraciones
El material vegetal y el trenzado permiten cierto grado de dinamismo en la cuerda, lo que, aplicado a una atadura envolvente, genera un característico efecto “masaje”.