Gestionar, atar, o inmovilizar a otra persona ha de formar parte de la erótica de ambas partes, tanto de quien ata como de quien es atado.
Explicar la gestión del deseo mediante el pensamiento requiere de algunos conceptos, técnicas y habilidades que veremos más adelante en el curso.
Debemos recordar que, al igual que ocurre con cualquier emoción, el deseo es una predicción que genera el cerebro, un esquema mental que trata de explicar la información de dentro y fuera del cuerpo.
Por lo tanto, tratar de gestionarlo desde la mente, es poco práctico y conlleva ciertos riesgos, ya que la percepción y demás procesos cognitivos se ven sesgados por esa emoción.
Veamos ahora cómo llevar a cabo dicha gestión por medio de las conductas y, en consecuencia, el cuerpo.
Si bien las conductas de la persona atada están restringidas, estas no se encuentran limitadas del todo. Dentro del cuerpo ocurren toda una serie de procesos que van a afectar a la información que recibe nuestro cerebro por parte del sistema interoceptivo.
Así, el cuerpo se convierte en una herramienta para gestionar el deseo, al permitirnos actuar sobre una parte de la información que el cerebro trata de explicar.
Durante la sesión la persona que ata puede gestionar la conducta de la persona atada de dos formas:
Mediante la imposición o limitación de posturas corporales, o movimientos.
En este caso, será por medio de la "inducción del movimiento" y no empleando para ello un rol de autoridad, como por ejemplo en las relaciones D/s.
Nota: esta afirmación no invalida en absoluto los roles ni las relaciones D/s, simplemente estamos explorando otras vías de gestión que no pasan por ese tipo de práctica.
La otra herramienta para gestionar el deseo es la opuesta, es decir, imposibilitando físicamente el movimiento, bien sea con la ayuda del propio cuerpo, o de elementos que lo impidan, como por ejemplo en el bondage.
Elegir una u otra forma, o la medida en que combinamos ambas, dependerá única y exclusivamente del valor, o significado, que tenga dicho método para la persona atada.
¿A qué se debe esta dependencia subjetiva?
Cuando la restricción, o gestión, que en este contexto son términos equivalentes, se efectúa desde la "inducción de movimientos", es la persona atada quien la lleva a cabo.
Es una acción «voluntaria», aunque realmente tenga poca capacidad de elección. Los movimientos, o mantiene la postura es algo que hace la persona por sí misma.
Si este acto de voluntad tiene un valor erótico para esta persona, la restricción será eficaz desde el punto de vista erótico, ya que incrementará su excitación y con ella, el deseo.
En cambio, si no tiene un valor erótico, la persona atada estará sosteniendo la restricción por su vínculo con la otra persona, puesto que el poder es una forma de vinculación. Pasando a ser la restricción una mera sensación.
Obviamente, con la restricción física sucede lo mismo. Ha de tener un valor erótico para convertirse en una herramienta que nos ayude a explorar nuestros deseos eróticos.
Aunque en los párrafos anteriores hago referencia al "valor erótico" de la restricción para la persona atada, es una máxima que debe aplicarse a ambas personas.
Gestionar, o inmovilizar a otra persona ha de formar parte de la erótica de la persona que ata.
Introducir en las interacciones eróticas un elemento o práctica que no forma parte de la erótica de las personas que participan es un grave error.
Como mínimo puede resultar desagradable, generar condicionamientos que deterioren futuras interacciones, o directamente ser un abuso.