En esta clase estudiamos herramientas para la gestión emocional durante un encuentro de shibari erótico.
La restricción es la base del shibari erótico. Se puede decir que sin restricción, no hay shibari erótico.
¿Por qué decimos esto?
Entendemos el "shibari erótico" como una herramienta para la gestión de la emoción deseo (erótico) y ya hemos visto que sobre las emociones se puede incidir, gestionarlas, de dos formas: mediante el pensamiento y mediante la conducta.
Añadámosle que en el shibari erótico se establece una asimetría en la gestión de los recursos.
Shibari es técnica, propiamente dicho es la aplicación de un conjunto de técnicas, por lo que para obtener su máxima eficiencia y no generar riesgos conviene utilizar un mecanismo que nos permita gestionar lo que sucede en la sesión.
La emoción con la que trabajamos es el deseo erótico, por lo que de ahora en adelante nos vamos a referir indistintamente a él como deseo o emoción.
El deseo erótico es el elemento que diferencia un contexto erótico de otro tipo de contextos, lo que implica que favorecerá la interpretación en clave erótica de lo que ocurra en la interacción.
La conducta de la persona atada está limitada, ya que se le ha aplicado una restricción. De esta forma se crea la asimetría en el acceso a los recursos que caracteriza este tipo de interacciones. La conducta de la persona atada es gestionada por la persona que ata.
El pensamiento es algo a lo que únicamente podemos acceder en primera persona. Es decir, los pensamientos de una persona únicamente son accesibles para esa persona.
En una clase anterior explicamos el funcionamiento de los esquemas predictivos que genera nuestro cerebro. Ahora vamos a ver como estos esquemas se pueden llevar a la sesión de shibari erótico actuando como un mecanismo de gestión.
Para que el shibari sea erótico el primer requisito, precisamente, establecer un contexto erótico. Esto implica que entre las partes implicadas ha de existir un mínimo de deseo, ya que el primer contexto que vamos a interpretar es el estar juntos.
Si no es posible erotizar mínimamente la compañía del otro antes de empezar, deberíamos replantearnos el tipo de shibari que practicar juntos. No me refiero a pasar de 0 a 100 al vernos, eso lo dejamos para la adolescencia o los primeros meses de una relación.
Hablo de sensaciones sutiles, que pueden ir acompañadas de pensamientos tipo "me apetece experimentar esto con esta persona", o "tengo ganas de este rato juntos".
En sekibaku es esencial que ambas personas estén en el mismo plano (de poder) e interactúen desde el mismo contexto. En este caso en erótico.
No se puede dar por sentado que esto sea un hecho por sí mismo, que la otra persona esté en el mismo plano o contexto en el que estoy yo. Afrontar el shibari desde las presunciones es abrir la puerta a riesgos que van desde tener una vivencia insatisfactoria al abuso.
La conversación previa a la sesión es necesaria para prevenirlo. Esta conversación en sí misma puede ayudar a establecer el contexto erótico y, con ello, a generar los primeros instantes de deseo al poner en común lo que nos apetece hacer o experimentar.
El establecimiento de contexto erótico se ve acompañado por la activación de un esquema procedimental erótico. Se trata de un esquema que engloba toda una serie variables como, por ejemplo, y sin ser esta una lista cerrada:
- Qué hacer (atar o ser atado, las figuras o ataduras a realizar, ...)
- Cómo hacerlo (el guion de la sesión, con mucho o poco contacto, de esta o aquella forma ...)
- Quienes están involucrados (no es lo mismo con tu pareja que con un desconocido, un amigo o un familiar)
- Cuáles son las reacciones esperadas (he de resistirme o dejarme llevar, tener un orgasmo o no …)
- Con qué resultado (cómo me voy a sentir después, le gustará a la otra persona ...)
Es por medio de este esquema que filtramos nuestra experiencia, adecuamos nuestra conducta y damos sentido a lo que sentimos y vivimos.
El primer esquema al que recurrimos suele ser el más accesible, el más utilizado, el que nos permite conseguir los objetivos con la mayor eficiencia energética. Podemos referirnos a este primer esquema como "alivio rápido".
Por lo general, en población occidental, este primer esquema suele incluir algún tipo de estimulación genital que se resuelve en orgasmo. Y esta es la expectativa que se genera cuando lo activamos. De forma que, lo más probable, es que nuestra conducta tienda a ir en esa dirección.
En el caso de la persona atada, la restricción limita en gran medida su conducta, impidiendo, por lo tanto, que la situación se resuelva en la forma que este primer esquema predijo. Esto hace que no resulte válido, y es desechado, surgiendo dos opciones:
Si el deseo continúa subiendo en intensidad, la persona atada buscará otro esquema menos accesible que el anterior para interpretar la situación.
Podemos visualizar este proceso como una cebolla a la que vamos quitando capas sucesivamente. Desde las más superficiales a las más profundas. Cada esquema desechado sería una capa de la cebolla.
Este mecanismo lo aprovecharemos en la sesión de shibari para profundizar en la expresión emocional del deseo
Si el deseo baja en intensidad, la persona se saldrá del contexto erótico, es el "se me baja todo". Cuando esto ocurre, la persona no está interpretando lo que ocurre en clave erótica. Aunque se trate de prácticas que se han realizado con anterioridad en clave erótica.
En el caso particular de las personas con vulva, aunque el "se me baja todo" no se traduzca en algo visible y no exista un impedimento físico para seguir, la vivencia de esta persona en esta situación no va a ser desde la erótica. Para ella, a partir de ese momento no se trata de un contexto erótico.
Si intentamos continuar, estaremos forzando a esa persona a llevar a cabo prácticas que no le van a aportar ningún tipo de satisfacción erótica. Aunque estén presentes la estimulación y la excitación. Ya que se ha salido del contexto que permite disfrutar de la interacción.
Nos encontramos ante un nivel riesgo de abuso muy alto. Incluyendo como riesgo el continuar con la práctica por "aguantar", por "amor" o por cualquier otra razón que no responda a la propia contextualización de la vivencia como erótica por parte de la persona.
Para evitar estos riesgos siempre manifestamos que el shibari erótico debe basarse en el deseo, y no en el amor o en roles.
Desde el deseo vamos a experimentar la sesión dentro del contexto erótico, y lo que hagamos irá evolucionando sobre la base de este deseo erótico.
Los esquemas del tipo "aguanto esta situación en la que no me apetece estar por esta otra persona" (fijemos la atención en el NO ME APETECE ESTAR) son esquemas alejados del deseo, ya que no son conductas que no conllevan a obtener la satisfacción erótica.
Quizás se obtenga algún tipo de validación, de refuerzo, o sea una forma de establecer vínculos con la otra persona. Opciones hay muchas, pero la satisfacción erótica no es una de ellas.
Si el deseo baja durante la sesión, lo mejor va a ser comunicarlo lo antes posible, parar la sesión y hablarlo. Que el deseo baje no implica nada. Puede deberse a infinidad de motivos, desde el cansancio a preocupaciones que nada tienen que ver con lo que se está haciendo en ese momento. O simplemente, porque no es el momento. Sin más.
Pero es importante hablarlo, para que así se aclare la situación y no se convierta en una mala experiencia o fuente de conjeturas para cualquiera de las partes. Compartirlo os ayudará para futuras sesiones. No hacerlo va a teñir futuras interacciones, y acumular este tipo de "malas experiencias" puede acabar dañando la relación.
Volviendo al primer supuesto, en el que el deseo sigue aumentando de intensidad, pero no permitimos que ningún esquema se valide al no permitir a la persona atada utilizar su conducta para satisfacer el deseo.
Vamos a ir "quitando capas de la cebolla" hasta llegar a dónde queramos llegar. Pero ¿a dónde vamos?
Debemos tener en cuenta que cuanto más ahondemos, más se mezclan los esquemas. Esto es debido a que cada vez hay más activación y el cerebro se va quedando sin opciones. Como raras veces nos hemos encontrado en esta situación en el pasado, es fácil que los esquemas que manejamos sean cada vez menos específicos, ya que es el uso lo que les da más matices diferenciadores. Puesto que los más frecuentes y específicos los fuimos desechando.
Por tal motivo, es fácil que ocasionalmente se activen esquemas que no tenemos asociados al contexto erótico, aunque estemos en él. A medida que profundizamos en nuestros esquemas es posible encontrar capas "dolorosas".
Profundizar y "abrir la caja de pandora" no es algo negativo siempre y cuando ambas personas estén de acuerdo en asumir el riesgo y sean capaces de gestionarlo en el momento y a posteriori.
Ambas gestiones son necesarias.
Si no queremos, o no estamos seguros de poder afrontar esta gestión, lo aconsejable es quedarse con esquemas más superficiales y no profundizar tanto.
La persona que ata sigue un proceso similar. Con una diferencia, es quién gestiona los recursos y el devenir de la sesión.
Su conducta y la forma en que "lleva" la sesión han de guiarse por sus propios esquemas eróticos, reaccionando estos ante las respuestas que la persona atada va teniendo al unir ambas exploraciones de los esquemas del deseo.
La interacción entre ambas personas no es una opción, es la clave. No se trata de lo que quiere una de las partes, sino de lo que desean las dos. De no ser así estaríamos ante una situación de abuso
Gestión del deseo
Explicar la gestión del deseo mediante el pensamiento requiere de algunos conceptos, técnicas y habilidades que veremos más adelante en el curso.
Debemos recordar que, al igual que ocurre con cualquier emoción, el deseo es una predicción que genera el cerebro, un esquema mental que trata de explicar la información de dentro y fuera del cuerpo.
Por lo tanto, tratar de gestionarlo desde la mente, es poco práctico y conlleva ciertos riesgos, ya que la percepción y demás procesos cognitivos se ven sesgados por esa emoción.
Veamos ahora cómo llevar a cabo dicha gestión por medio de las conductas y, en consecuencia, el cuerpo.
Si bien las conductas de la persona atada están restringidas, estas no se encuentran limitadas del todo. Dentro del cuerpo ocurren toda una serie de procesos que van a afectar a la información que recibe nuestro cerebro por parte del sistema interoceptivo.
Así, el cuerpo se convierte en una herramienta para gestionar el deseo, al permitirnos actuar sobre una parte de la información que el cerebro trata de explicar.
Durante la sesión la persona que ata puede gestionar la conducta de la persona atada de dos formas:
Mediante la imposición o limitación de posturas corporales, o movimientos.
En este caso, será por medio de la "inducción del movimiento" y no empleando para ello un rol de autoridad, como por ejemplo en las relaciones D/s.
Nota: esta afirmación no invalida en absoluto los roles ni las relaciones D/s, simplemente estamos explorando otras vías de gestión que no pasan por ese tipo de práctica.
La otra herramienta para gestionar el deseo es la opuesta, es decir, imposibilitando físicamente el movimiento, bien sea con la ayuda del propio cuerpo, o de elementos que lo impidan, como por ejemplo en el bondage.
Elegir una u otra forma, o la medida en que combinamos ambas, dependerá única y exclusivamente del valor, o significado, que tenga dicho método para la persona atada.
¿A qué se debe esta dependencia subjetiva?
Cuando la restricción, o gestión, que en este contexto son términos equivalentes, se efectúa desde la "inducción de movimientos", es la persona atada quien la lleva a cabo.
Es una acción «voluntaria», aunque realmente tenga poca capacidad de elección. Los movimientos, o mantiene la postura es algo que hace la persona por sí misma.
Si este acto de voluntad tiene un valor erótico para esta persona, la restricción será eficaz desde el punto de vista erótico, ya que incrementará su excitación y con ella, el deseo.
En cambio, si no tiene un valor erótico, la persona atada estará sosteniendo la restricción por su vínculo con la otra persona, puesto que el poder es una forma de vinculación. Pasando a ser la restricción una mera sensación.
Obviamente, con la restricción física sucede lo mismo. Ha de tener un valor erótico para convertirse en una herramienta que nos ayude a explorar nuestros deseos eróticos.
Aunque en los párrafos anteriores hago referencia al "valor erótico" de la restricción para la persona atada, es una máxima que debe aplicarse a ambas personas.
Gestionar, o inmovilizar a otra persona ha de formar parte de la erótica de la persona que ata.
Introducir en las interacciones eróticas un elemento o práctica que no forma parte de la erótica de las personas que participan es un grave error.
Como mínimo puede resultar desagradable, generar condicionamientos que deterioren futuras interacciones, o directamente ser un abuso.