Llamamos erotización al proceso de transformar algo que no consideramos erótico en erótico. Sea una parte del cuerpo, una situación, o una persona.
Para conseguirlo es clave crear un contexto erótico.
Cuando llevamos a cabo este proceso de erotización, lo que estamos consiguiendo es ampliar nuestro mapa erótico.
Este mapa podemos definirlo como la representación que tiene nuestro cerebro de las zonas erógenas y la sensibilidad de las mismas. Se trata de una cuestión importante, ya que la estimulación de partes del cuerpo que tenemos etiquetadas dentro de ese mapa como erógenas va a ayudar a establecer el contexto erótico. Entre otras cuestiones, al afectar a la información del sistema interoceptivo y a las explicaciones y predicciones que nuestro cerebro va a formar.
Cada persona tiene un mapa erótico individual y único, no hay dos iguales. Además, es algo que va evolucionando y cambiando con el tiempo, las vivencias, los aprendizajes.
Por lo tanto, lo que va a funcionar con una persona, no necesariamente va a funcionar con las demás. Al menos no de la misma manera.
Explorar, ampliar y disfrutar nuestro mapa erótico es algo muy satisfactorio y muy recomendable. Cuánto más rico sea y más lo conozcamos, mayores posibilidades vamos a tener de experimentar y crear nuevas vivencias en nuestros encuentros.
Debemos tener en cuenta dos fenómenos cuándo comenzamos a ampliar nuestro mapa erótico.
Al primero de ellos podríamos llamarle desensibilización. Consiste en que aquellas zonas que rara vez hemos estimulado o les hemos prestado poca atención, es fácil que tarden un poco más en generar una respuesta.
El otro fenómeno es el de la habituación. En este caso, nos referimos a lo que ocurre en zonas donde hay una estimulación constante y, como respuesta, el cerebro deja de generar una sensación en la misma.
Aquellas personas con gafas, o quienes utilizan anillos, suelen referir que dejan de notar que lo llevan puesto hasta que quizá apriete o pese (en el caso de las gafas) y surja una sensación de malestar. Salvo que dicha sensación aparezca, se suele percibir más la retirada de ese anillo o de las gafas que la presencia de cualquiera de los dos.
En ambos casos, es importante tener paciencia e ir despacio, sin pretender erotizar en el primer intento ni generar una gran sensación. Debemos, poco a poco, sensibilizando, siempre dentro del contexto erótico.
Por otro lado, si bien podemos sensibilizar y erotizar cualquier parte del cuerpo, vamos a tener un margen de maniobra para ello. Esto va a depender de la concentración de receptores de la misma.
No podemos pretender que la zona lumbar tenga la misma sensibilidad que, por ejemplo, el clítoris. Sin embargo, sí podemos trabajar dentro de nuestro margen de maniobra para aumentarla.
Se trata de un proceso de aprendizaje y, como tal, el error es parte del mismo, es esperable. Cuando no cometemos errores, no estamos aprendiendo, tan solo estaremos reproduciendo aquello que ya sabemos.
Por lo tanto, no debemos huir de él, ni significa que nada más que el hecho de que estamos aprendiendo algo nuevo para nosotros. Lo importante aquí es saber cómo gestionarlo y, de nuevo, la clave está en la comunicación entre ambos.
De piel para dentro hay muchos receptores que captan, entre otras cosas, la información que va a procesar el sistema interoceptivo. Lo desarrollamos en más profundidad en nuestras clases dedicadas a la anatomía.
En resumen, debemos y vamos a utilizar todo el cuerpo en las sesiones de shibari.
Cuando nos situamos en un contexto erótico, dentro de nuestro cuerpo se producen una gran cantidad de cambios. Algunos de ellos son el aumento de la tasa cardíaca, de la frecuencia respiratoria, de la sudoración y de la activación muscular. Estos cambios concretos que están relacionados con la activación de la rama simpática del sistema nervioso autónomo.
Las funciones del sistema nervioso simpático incluyen enviar sangre a los tejidos, y su activación se vincula con prepararnos para hacer algo.
Cuando estamos en una interacción erótica, todo en nuestros cuerpos trabajará para que se mantenga activo el deseo erótico, y dicha emoción nos mueve a la acción. Es fácil ver que ambos están relacionados.
Así, dentro de la sesión, si queremos que el deseo erótico continúe presente, nuestra gestión ha de ir encaminada a incrementar o al menos mantener estas variables (emoción, deseo y activación muscular).
De lo contrario, si aquello que hacemos termina por bajar la tasa cardíaca, la frecuencia respiratoria, la sudoración y/o la activación muscular, estaremos haciendo justo lo opuesto, facilitando la activación del sistema nervioso autónomo parasimpático.
Esta rama del sistema nervioso autónomo está relacionada con estados de calma, placidez y con hacer la digestión. Está claro que dista mucho de lo que requiere mantener un contexto erótico, ya que llevan a la inactividad.
No se trata de mantener una subida constante en la que cada vez vamos a más.
La idea es comprender que existen dos sistemas «opuestos» que interactúan y tienen efectos distintos. Así, a lo largo de la sesión, dependiendo de los efectos que quiera conseguir, voy a optar por llevar a cabo una gestión hacia uno o hacia el otro en diferentes momentos.
¿Qué hacer si una de las partes abandona el contexto erótico?
Parar la sesión. Y si ambos están por la labor, reiniciar desde cero.
Es posible que se pueda recuperar con facilidad, sí. Pero una de las partes estará en un nivel muy bajo de erotización (quien se salió del contexto) mientras que la otra parte seguirá con un nivel elevado, ya que nunca abandonó el contexto erótico.
Las emociones «tiñen» nuestra capacidad de juicio. Cuando son muy fuertes hacen que lo veamos todo en clave de esa emoción, si hablamos de deseo lo interpretaremos todo en clave erótica.
Con lo que sí estamos en diferentes niveles de erotización, interpretaremos lo que está sucediendo de formas diferentes.