Lección 1: Baku-go (第一課 縛語)

Conceptos Base del Yagami Ryu

Curso de Shibari Online | Shibari Dojo
Esquema del Deseo - Shibari Dojo - Formación Online

En esta clase, conoceremos por qué las emociones son clave en el shibari y cómo afectan la experiencia. Analizaremos desde la neurociencia y la psicología cómo funcionamos emocionalmente, para una práctica segura y enriquecedora del shibari.

La esencia de la erótica se encuentra en el deseo erótico.

La generación de deseo erótico es la condición según la cual vamos a calificar una situación como erótica, independientemente de las prácticas que se realicen.

El deseo es una emoción, más específicamente, una emoción vinculada a la activación del sistema de recompensas dopaminérgico.

En otras palabras, experimentamos deseo cuando anticipamos una recompensa, y cuando esa recompensa se relaciona con lo erótico, hablamos de deseo erótico.

Emociones

Para comprender el funcionamiento del deseo, es necesario primero comprender qué son las emociones y cómo funcionan.

Podemos definir las emociones como esquemas predictivos afectivos, que nuestro cerebro crea para interpretar tanto los elementos del entorno como nuestros estados internos.

No te preocupes, vamos a desglosar de manera tranquila qué significa «esquemas predictivos» y qué son los «afectos» para poder entenderla.

Esquemas

El cerebro humano funciona como una máquina de hacer predicciones, y para llevar a cabo esta función, utiliza lo que la neurociencia denomina «esquemas».

Estos esquemas se pueden describir como el conjunto de reglas y explicaciones a través de los cuales filtramos nuestra vivencia y nuestra interacción con el entorno. Puedes pensar en ellos como las lentes a través de las cuales percibimos la realidad.

Los esquemas nos capacitan para comprender lo que está sucediendo y para prever posibles resultados, permitiéndonos ajustar nuestra conducta de acuerdo con nuestros objetivos. Adaptándonos mejor al ambiente cambiante en el que vivimos.

Cada individuo desarrolla sus propios esquemas a lo largo de su vida, y estos están fuertemente influenciados por la socialización que han experimentado. Esto incluye tanto la influencia de la sociedad en la que vivimos como la educación que hemos recibido.

Basándonos en nuestras experiencias y aprendizajes previos, los esquemas que hemos encontrado más útiles se fortalecerán, mientras que aquellos que no proporcionan una explicación satisfactoria gradualmente se irán relegando.

No se eliminan por completo, al menos no siempre. Los esquemas menos utilizados se vuelven cada vez menos accesibles.

Esto se asemeja un tanto a la forma en que organizamos nuestra ropa en el armario. Las prendas que usamos con mayor frecuencia están al alcance, mientras que aquellas que apenas empleamos quedan en la parte posterior, requiriendo una búsqueda más profunda para llegar a ellas.

La principal función de nuestro cerebro es garantizar nuestra supervivencia. Por esta razón, siempre buscará conservar energía y optimizar la eficiencia de las estrategias que tenemos a nuestra disposición.

En este sentido, por economía energética y para maximizar la eficiencia, y con ello la posibilidad de supervivencia, nuestro cerebro dará prioridad a la activación de aquellos esquemas que históricamente nos han resultado más útiles, ya que tienen una mayor probabilidad de demostrar su eficacia ante situaciones similares.

Solo cuando un esquema en particular ha demostrado su ineficacia en una situación específica, nuestro cerebro lo descartará y buscará otro que esté menos accesible.

Un ejemplo de esto: Un día te levantas, te ves en el espejo y te sorprendes de lo que te ha crecido el pelo. Bien, el pelo crece de forma más o menos uniforme a lo largo de nuestra vida, no crece de golpe de la noche a la mañana.
¿Qué sucedió entonces?, pues que, por economía, tu cerebro estaba usando una imagen de tu aspecto con el pelo de una determinada longitud. Y la siguió utilizando, y tú te veías así, hasta que la longitud real del pelo no encajaba con la imagen guardada por tu cerebro.
En ese momento, tu cerebro desecha el esquema antiguo y crea uno nuevo, toma una nueva instantánea de tu aspecto con la longitud actual del pelo.

Estas validaciones y activaciones ocurren a gran velocidad en nuestro cerebro y son procesos de los que no somos conscientes, lo que significa que no tenemos un control directo sobre ellos.

Nuestra percepción y aquello que experimentamos suceden después de que hemos activado un esquema que dote de significado, afectivo o no, a las distintas señales de entrada que recibimos. Por lo tanto, nuestra vivencia siempre estará sesgada por el esquema a través del cual estemos interpretando la realidad en ese momento.

Comprender estos conceptos y mecanismos es esencial para entender el proceso de manejo del deseo que empleamos en el shibari erótico.

Los esquemas son sumamente útiles, ya que al proporcionarnos una versión simplificada del entorno, requerimos mucho menos esfuerzo para desenvolvernos en él.

Sin estos esquemas, cada situación que experimentamos sería completamente nueva para nosotros. No tendríamos referencias previas ni conceptos sobre lo que implica, qué esperar o cómo actuar.

Esto se debe a que, este tipo de información, es la que nos aporta la activación de los distintos esquemas que manejamos.

Afectos

Cuándo nos referimos a afectos, estamos hablando de una etiqueta para englobar todo aquello que llamamos sentimientos. Esto es: el conjunto de predicciones que nuestro cerebro realiza acerca del estado interno del organismo en relación con el entorno circundante. Generando percepciones que no se limitan únicamente a lo somático.

En otras palabras, son los esquemas que se activan cuando una experiencia tiene algún tipo de valor para nosotros.

Tomemos como ejemplo la diferencia entre dolor y sufrimiento.

La percepción del dolor se refiere a una mera sensación corporal y tiene un significado predominantemente somático.

Por otro lado, el sufrimiento se encuentra dentro del ámbito de los afectos, ya que le agrega un contexto en el cual asignamos un valor a la situación que estamos experimentando.

Esta es precisamente la diferencia fundamental entre estas dos vivencias: cuando atribuimos un valor a esa percepción, le estamos otorgando un significado de naturaleza afectiva.

A modo de ejemplo: Si yo me tropiezo y me golpeo el pie, voy a sentir dolor, sin más. Puedo gestionar mejor o peor ese dolor, ser más intenso o más leve, pero a nivel experiencia no tiene un componente afectivo.
Si a eso le añadimos que el golpe fue tan grande que me dificulta caminar y resulta que he quedado para dar un paseo, ese dolor va a tener otro significado para mí.
En este contexto es fácil que genere sufrimiento ante la perspectiva de cancelar unos planes que me apetecían mucho debido al dolor en el pie.

En el campo de la erótica, un ejemplo podría ser la diferencia entre excitación y deseo. Aquí, la excitación sería la percepción somática, al tratarse de las sensaciones corporales que experimentamos, pero que están aisladas de contexto y no aportan significado a la experiencia. En tanto que el deseo es el esquema predictivo afectivo que va a permitirnos interpretar y calificar esa situación en la que sentimos excitación como erótica.

Si llevamos esto al shibari, podemos observar claramente esta diferencia en el siguiente ejemplo.

Imagina que asistes a un evento de cuerdas donde diversas personas están practicando. En un momento dado, alguien te pregunta si puede practicar contigo una figura que está aprendiendo, y tú aceptas.

Comienza la práctica. En esta situación, estamos tratando con un significado puramente somático, ya que las sensaciones que experimentas se derivan de las cuerdas en la piel, la presión ejercida por ellas y los efectos físicos que tienen en ti.

Sin embargo, si en lugar de ser una persona al azar, la que te propone practicar es alguien que te atrae, la dinámica cambia. Esta interacción y todo lo que hagáis juntos adquiere un significado diferente para ti, porque le estás otorgando un valor a la acción de atar junto a esa persona en particular.

Ahora, ya no se trata solamente de las sensaciones físicas de las cuerdas, sino que la experiencia se enriquece con la interacción con esa persona en particular. Tu vivencia en ambos casos será completamente distinta.

Las emociones son inherentemente efímeras, ya que cada esquema predictivo genera un momento emocional único.

Sin embargo, estos momentos se suceden en rápida sucesión, y se crea la ilusión de un estado emocional más duradero. Esto se asemeja al mecanismo utilizado en el cine, donde una serie de fotogramas estáticos, presentados de manera secuencial, genera la ilusión de movimiento.

Este fenómeno da lugar a lo que conocemos como estados de ánimo, que representan nuestra percepción global y difusa de los instantes emocionales que experimentamos a lo largo del tiempo, ya sea en días, semanas o meses.

Aunque los vivamos como algo relativamente estable y constante, debemos recordar que estos estados de ánimo están compuestos por los instantes emocionales que generamos a lo largo del día.

Por lo tanto, dependiendo del tipo de instantes que experimentamos a lo largo del día, nuestro estado de ánimo puede variar, siendo más bajo o más elevado.

Deseo vs Amor

Si bien deseo y amor pueden darse de forma simultánea, debemos aprender a diferenciarlos y tener presente que ni están relacionados, ni uno es un requisito indispensable para que aparezca el otro.

Esta distinción se basa en la funcionalidad que tienen ambas emociones.

Las emociones relacionadas con la activación del sistema de recompensas dopaminérgico comparten la característica de motivarnos para conseguir cosas que nuestro cerebro valora como positivas para nosotros.

Para ello, segregamos dopamina, que además de aportarnos una sensación placentera, nos da energía para movernos hacia la consecución de esa recompensa, con la expectativa de obtener más dopamina.

Las emociones proactivas como el amor se generan con el establecimiento y/o fortalecimiento de vínculos, ya que los seres humanos somos sociales y necesitamos de otros seres para nuestra supervivencia y bienestar.

También segregamos dopamina, puesto que la recompensa es precisamente vincularnos con otros seres vivos, pero este tipo de emociones tienen una característica peculiar.

Cuando sentimos amor hacia otra persona, somos capaces de aceptar situaciones presentes que no son favorables para nosotros, pero sí para la persona hacia la que sentimos dicha emoción. Esto lo hacemos con la expectativa de que, de esta forma, el futuro sea más beneficioso para ambos y se fortalezca nuestra vinculación.

Es importante distinguirlas, puesto que existe un riesgo asociado a equiparar deseo y amor, sobre todo cuándo hablamos de interacciones eróticas, como es el caso del shibari.

Si afrontamos este tipo de interacciones desde el amor, nuestro propósito será vincularnos en vez de la satisfacción del deseo erótico.

Esto puede llevarnos a realizar prácticas o conductas que no nos resultan placenteras ni satisfactorias con el objetivo de reforzar o establecer un vínculo con la otra persona.

Persistir en este tipo de conductas, acabará afectando a nuestro sistema de recompensas, creando «precedentes» que con el tiempo causaran que no seamos capaces de despertar nuestro deseo erótico, ya que la experiencia nos dice que no obtendremos satisfacción al mismo.

Situarnos en este contexto, aumenta la probabilidad de que las interacciones que tengamos sean desde poco satisfactorias a desagradables y, además, nos pone en una situación de vulnerabilidad elevada ante posibles abusos. El deseo nunca se relaciona con el "aguantar por".