Antecedentes históricos y elementos socioculturales que conforman este acervo e identidad japonesa en la que, en un momento dado, florecerá el shibari.
Materiales, herramientas y oficios
La escasez de metales hizo que estos se reservasen para ciertos usos, como forjar espadas, mientras que para fines más prácticos y necesarios como la construcción o la producción de alimentos, se recurrió a materiales naturales como la cuerda y el bambú.
El sistema clasista japonés se extiende también a la educación, y si naces en una familia de pescadores, es prácticamente imposible que salgas de ese estrato social, ya que toda tu vida se focaliza en temas relacionados con la pesca, obviando todo lo demás.
Esta especialización gremial llevó a que cada sector, cada oficio, desarrollase sus propias técnicas en el manejo de los materiales.
Tanto carpinteros, como agricultores o pescadores, empleaban cuerdas en su trabajo cotidiano, pero cada uno desarrollo sus propias técnicas y usos específicos, que fueron probándose y puliéndose generación a generación hasta convertirse en sus jutsu gremiales.
Sexualidad, pornografía y perversión
Puesto que no estaban históricamente influenciados por el cristianismo, para los Japoneses los tabúes con el cuerpo y el sexo son otros, muy distintos de los occidentales.
En este sentido, la sexualidad se abordaba desde el Taoísmo, que desarrolló teoremas sobre sexología, biología y sexualidad muy interesantes y asombrosamente acertados, incluso desde el punto de vista científico occidental contemporáneo.
Entre sus curiosos preceptos estaba el de evitar a toda costa la eyaculación masculina durante el acto sexual, ya que según afirman, es una forma de perder energía (ki) y acortar nuestra existencia en este ciclo.
Una consecuencia de asociar esta creencia con la disfunción eréctil, es la "desgenitalización masculina" de la erótica. Es decir, el foco sale del pene y se lleva a otras partes. Dando pie a otras formas de expresar y vivir la sexualidad.
Si nos referimos a tiempos antiguos (antes de la restauración Meiji) y comparamos con occidente, en Japón había un elevado grado de libertad y naturalidad a la hora de tratar estos temas y mostrar el cuerpo.
En el arte, se comercializaban grabados seriales de temática erótica, junto a otros de bellos paisajes, crímenes y escenas de la corte.
Los grabados de temática erótica se conocen como shunga, y son (fueron) una celebración de la sexualidad y la belleza del cuerpo humano, estando normalizado socialmente su consumo.
Anotación:
En estos grabados históricos, NO se muestran, o no constan, escenas de shibari, entendiéndolo como una práctica de restricción consensuada.
En cambio, sí que se recogen crímenes en los que las víctimas aparecen atadas con formas y técnicas que hoy en día se emplean en el shibari.
Guerras, política, y delincuencia
Este epígrafe recoge varios aspectos que acaban dando forma al shibari tal y como hoy lo entendemos. Debemos tener en cuenta que resumimos de forma superficial un extenso periodo histórico.
Si nos retrotraemos varios siglos, y nos vamos a los periodos convulsos que conforman los diez primeros siglos de nuestra era actual, podemos fijarnos en algunas cuestiones:
Ya referenciamos la fuerte implantación de la guerra en la cultura e historia japonesas. Pero no pensemos en épicas batallas entre nobles señores enfundados en hermosas armaduras. Esa gente raramente se llegó a pegar. La prueba es que vivieron para contarlo, tener hijos y perpetuar su clan.
Cuando hablamos de guerras en estos periodos debemos pensar más bien en grupos de campesinos reclutados contra su voluntad y obligados a pegarse con palos y piedras con otros, que como ellos "debían lealtad a su señor".
Por lo tanto, aquí poco hay que relacionar con el shibari. En estos contextos no hay prisioneros de guerra. Si un bando pierde, sus soldados rápidamente son asimilados por el bando vencedor.
En cuanto a otro tipo de prisioneros, como pueden ser los delincuentes, debemos entender que el concepto de justicia japonés en dicho periodo NO emana del estado o el poder personificado en un, gobernante o deidad, como si sucede en el derecho romano, sino que simplemente "es".
De forma que solamente quien vive y actúa de forma justa tiene capacidad para determinar si la forma de obrar de otras personas se ajusta a dichos valores.
Otra de las características del sistema “judicial” histórico, es que no existe el concepto de “cárcel” ni las penas de prisión.
Si nos situamos en una sociedad tan estratificada, donde un mínimo porcentaje de la población es propietaria de bienes y personas, y la inmensa mayoría son propiedades cuyo único fin es trabajar para proveer sustento a la minoría gobernante, no es de extrañar que no existan penas de cárcel, ni delitos contra la propiedad.
Y obviamente, salvo intrigas políticas, la propia división social de la sociedad hace que la clase dominante esté exenta de la aplicación de la ley.
Pero a partir de lo que fue denominado Siglo de Oro en España, también llegó un periodo de estabilidad en Japón, que propició una serie de cambios.
Entre los más destacados, el florecimiento del comercio y la aparición de comerciantes, y con ello los robos, ya que por primera vez, había personas que tenían dinero en su poder.
Estos comerciantes pronto recurrieron a mercenarios para que les protegiesen, capturasen a posibles ladrones, y los presentasen a la justicia.
Y es en este contexto donde el uso de la cuerda y las artes “marciales” se desarrolló para la detención, transporte, interrogatorio, presentación y en caso de necesidad tortura de los prisioneros.
Esta es la necesidad que hace desarrollarse las técnicas asociadas al "hojo-jutsu" (empleado como término muy genérico y no como nombre de un estilo de artes marciales contemporáneo).
Y es que estos guarda espaldas, debían capturar al delincuente, pero no lesionarle. Ya que posiblemente fuese “propiedad” de algún señor feudal y este reclamarles el importe de la propiedad dañada.
Debían presentarlo ante un tribunal, pero sin dañarlo, puesto que si resultaba inocente podía pedirles compensaciones, o simplemente vengarse.
Durante este periodo, al tratarse de una sociedad enfermizamente conservadora, un tipo delito bastante común y bien documentado eran aquellos que atentaban contra el orden establecido. Especialmente contra la institución del matrimonio.
El adulterio protagoniza obras maestras de la literatura universal, como es el caso de Shinjū Ten no Amijima (Los amantes suicidas de Amijima) de Chikamatsu Monzaemon (1720), en la que una pareja de adúlteros enamorados decide quitarse la vida a consecuencia de las humillaciones sufridas como "condena" por su delito.
Y es que una vez dictada sentencia, la pena habitual era tortura, consistente en aparatosas palizas, dolor punzante, o violación, siempre añadiendo el componente de escarnio y publica exposición para que el daño fuese más moral que físico.
No olvidemos que solamente se condena a plebeyos que tras el castigo deben reincorporarse a su labor productiva. A los nobles se les dejan vías de escape, como el suicidio asistido, o la reclusión monástica.
Durante el periodo EDO se impuso un sistema de control a los adversarios políticos, a los señores de la guerra, denominado "Secuestro Ritual", por el que una parte de la familia de cada señor local debía estar «retenida» en la corte junto al Shogun o gobernante.
Esta medida tenía como propósito utilizar a las familias de los señores locales como escudo humano en caso de ataque, pero acabó dando lugar al conocido como "mundo flotante de Edo" (ukiyo), en referencia al lujo y hedonismo imperantes en la corte.
De este "secuestro ritual" parece venir el mito de que el shibari es algo tradicional propio de samuráis y princesas, ya que en el momento en que se oficiaba la “entrega”, se llevaba a cabo un rito sintoísta en el que las personas entregadas eran atadas y desatadas por un sacerdote.
No hay referencias gráficas al respecto, pero el tipo de ataduras empleadas por los sacerdotes en sus ritos son muy barrocas y recargadas. Algo totalmente ajeno al shibari.
Cultura de la violación
Este es un tema peliagudo, pero que por su importancia no podemos ocultar debajo de la alfombra.
En Japón, históricamente, e incluso en tiempos “recientes”, por no decir ahora mismo, existe una palpable cultura de la violación.
Vamos a intentar analizar este aspecto para comprenderlo y tener claro de a qué nos estamos refiriendo.
Históricamente, el hecho de ser “propiedad” y no tener derechos, pone a las personas en un estado de vulnerabilidad que hace que sean presas fáciles para depredadores sexuales con mayor estatus social. O incluso en su propio entorno.
Por otra parte, en sus delirios nacionalista, Japón llevó la guerra a otros territorios, donde empleó la violación de forma sistemática como arma de guerra. Con un doble propósito, causar daño a la población local y modificar su genética engendrando hijos de padre japonés
Pero, ¿Qué tiene que ver esto con el shibari.
Recordemos la obsesión japonesa por la eficiencia, su apego al conocimiento tradicional, su forma de tratar a los prisioneros, y su disfunción eréctil. Todo esto junto llevó a que se desarrollasen técnicas específicas para facilitar la «tarea» al violador, provocando una estimulación y excitación incontenibles en sus víctimas.
Esas técnicas, junto con las empleadas para arresto y gestión de prisioneros, y otras procedentes del saber hacer gremial son la base técnica del shibari.
No confundir el hambre con las ganas de comer
Confundir una práctica consensuada llevada a cabo por adultos y con el único propósito de obtener satisfacción mutua no es comparable con una violación en contexto bélico.
Del mismo modo, apreciar una lámina donde se representa un secuestro y asesinato como si de una ilustración erótica se tratase, es una auténtica barbaridad.
El pasado es historia, y de ella debemos aprender para no cometer los mismos errores, o peores barbaridades. No todo lo que lleva cuerdas es shibari, no todo cuerpo desnudo en una interacción sexual es erótico, no todo vale en esta vida.