Lección 1: Bases del shibari erótico | 第一課

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Dentro de los principios rectores que dan forma a los estilos de shibari, la intención es uno de los más importantes, ya que determina tanto la forma en que afrontamos la interacción como la valoración que hacemos de ella una vez finalizada.

Podemos definir la intención como los motivos desde los cuales emitimos una conducta, íntimamente ligada a los objetivos detrás de la misma. Es decir, el por qué y el para qué hacemos las cosas.

Por lo que estas son preguntas que debemos plantearnos ante cada nueva interacción o sesión de shibari:

  • ¿Qué te lleva a hacer shibari?
  • En general, como práctica, ¿qué te aporta?
  • ¿Es una recompensa en el plano erótico o es de otra naturaleza?

Si nos ceñimos exclusivamente a las interacciones eróticas, debemos preguntarnos:

  • ¿Qué quieres conseguir introduciendo el shibari en tus prácticas?
  • ¿Qué buscas en general, en cada caso y con cada persona en particular?

Estas son preguntas que cada uno debe plantearse y responder de forma individual.

Es muy recomendable hacerlo antes de cada interacción. Las respuestas pueden guardarse para uno mismo o compartirse con la otra parte, especialmente si consideramos que son importantes de cara a la interacción o en el contexto de la relación entre ambos.

Partimos del hecho de que ambos participantes nos estamos planteando una sesión de naturaleza erótica. Sin embargo, debemos dejar siempre claro este primer punto.

Llegar a una sesión de shibari con intenciones dispares —por ejemplo, si uno espera una sesión fotográfica artística y el otro, una interacción erótica, o si una parte quiere practicar técnica de forma activa y la otra desea una sesión más intensa y emocional— es una receta para el desastre.

Incluso cuando ambas partes coinciden en que están en una sesión de naturaleza erótica, los intereses e intenciones pueden ser muy dispares. Esto no es un problema en sí mismo, ya que el deseo es diferente para cada persona. Lo óptimo es que ambas partes obtengan su satisfacción.

Debemos entender que una misma conducta puede tener numerosas intenciones detrás, y no porque dos personas hagan lo mismo significa automáticamente que compartan las mismas motivaciones.

Todas las conductas humanas tienen algún tipo de intención; de lo contrario, estaríamos hablando de conductas erráticas, algo que no se observa fuera de la población clínica.

Sin embargo, es común que, con cierta frecuencia, desconozcamos cuál es la intención que nos mueve a hacer algo.

Por lo general, y especialmente en el plano erótico, suele estar relacionada con algún tipo de recompensa, aunque no sepamos exactamente cuál.

Cuando no tenemos claros ni los motivos ni lo que queremos conseguir, no sabemos cómo lograrlo.

Identificar nuestras intenciones personales nos ayudará a mantener interacciones mucho más satisfactorias, ya que seremos capaces de expresar nuestras necesidades, deseos, miedos, límites o cosas que no nos gustan de forma más clara y precisa.

Esto nos facilitará encontrar puntos comunes con la persona con la que estamos interactuando, facilitando así un encuentro satisfactorio para ambas partes.

En el campo de la interacción erótica, es importante que las intenciones de los participantes sean similares. De lo contrario, podríamos desarrollar dinámicas desadaptativas e insatisfactorias.

Por ejemplo, si la intención de una de las partes es obtener una experiencia erótica, y la de la otra es fortalecer el vínculo entre ambos, es fácil que una de las partes acceda a interacciones eróticas desde fuera del deseo, lo que acarreará problemas (como se analiza en otras lecciones del curso).

Existen formas mucho más eficaces de fortalecer los vínculos que acceder a hacer cosas que no queremos, pero que a la otra persona sí le gustan.

Por ello, antes de iniciar cualquier interacción, debemos tener clara cuál es nuestra intención y cuál es la de la otra persona.

Cuando no tenemos clara la intención, no somos capaces de desarrollar esquemas procedimentales que nos lleven a conseguir nuestros objetivos.

En estos casos, solemos recurrir al ensayo y error, esperando que “suene la flauta” y consigamos nuestro objetivo, o tratando de seguir recomendaciones genéricas, como los “5 pasos para lograr X”.

Spoiler alert: estas técnicas genéricas rara vez funcionan bien, especialmente en el ámbito erótico.

Esquemas procedimentales

Podemos definir los esquemas procedimentales como mapas cerebrales del tipo: “Para conseguir X, tengo que hacer Z”.

En el contexto erótico, estos esquemas conforman nuestros esquemas eróticos.

Aunque se van actualizando con la práctica y la experiencia, nos ofrecen un punto de partida desde el que comenzar nuestra interacción y establecer el camino para lograr esa recompensa.

¿Cómo identifico mi intención?

Identificar con claridad y detalle nuestra intención ante una interacción erótica no es un proceso simple; a menudo requiere un cierto grado de esfuerzo.

Frecuentemente, tenderemos a la simplificación reduccionista, como decir: “Quiero tener interacciones más intensas”. Sin embargo, esto es demasiado genérico y abstracto.

Para clarificar qué nos mueve a hacer shibari con una persona en un momento específico, es esencial conocernos bien, confrontarnos con nuestras motivaciones y precisar qué nos lleva a actuar.

Un ejemplo: “Quiero añadir ‘picante’ a nuestras interacciones como pareja”. Magnífico, es una intención totalmente válida. Pero ¿es por hastío, monotonía, gusto por las restricciones, curiosidad…?

No hay respuesta correcta o incorrecta. Lo importante es tener esa respuesta.

Y para lograrlo, debemos confrontar nuestras motivaciones personales con nuestro propio criterio. Este proceso nos lleva al autoconocimiento.

Una vez que sabemos qué nos mueve y cuál es nuestra intención, el siguiente paso es aceptarnos.

Sin aceptar nuestras motivaciones subyacentes, no podremos satisfacernos, y abordaremos las interacciones desde un punto distante y ajeno.

¿Qué compartir de todo esto con la otra parte?

La respuesta es sencilla: todo aquello que consideremos importante para la interacción y la relación.

Esto debe hacerse de forma honesta, sin culpar a la otra persona, ya que nuestras motivaciones son propias. Aunque estén mediadas por la interacción con la otra parte, no son su responsabilidad ni su culpa.

En el siguiente tema, abordaremos en detalle la comunicación entre ambas partes.