Antes de iniciar cualquier interacción, es crucial que tengamos clara cuál es nuestra intención y la de la persona con la que la vamos a realizar.
Podemos definir la intención como los motivos desde los cuales emito una conducta, y está íntimamente ligada a los objetivos detrás de la misma.
En el caso concreto del shibari, estaríamos refiriéndonos a las motivaciones que nos llevan a la interacción con esa persona determinada, así como a lo que queremos conseguir al hacerlo.
En numerosas ocasiones valoramos que si alguien hace lo mismo que yo, entonces lo hace con la misma intención. Por ejemplo, yo puedo decidir ayudar a alguien que necesita una mano con la mudanza porque esa persona es mi amiga y la quiero, pero también podría hacer lo mismo con la intención de que cuando yo lo necesite, haga algo por mí.
De la misma forma que puedo participar en una sesión porque es algo que deseo compartir con esa persona, o puedo hacerlo porque a esa persona le gusta y así yo le voy a gustar más y vamos a fortalecer nuestro vínculo, o porque quiero sacar unas fotos, o porque está de moda y así soy más alternativa.
Con esto quiero decir que una misma conducta puede tener numerosas intenciones detrás, y no porque hagamos lo mismo significa de forma automática que partimos de las mismas motivaciones.
Todas las conductas de los seres humanos tienen algún tipo de intención, de lo contrario estaríamos hablando de conductas erráticas, algo que no se ve fuera de la población clínica.
Sin embargo, lo que si suele ocurrir es que desconocemos cuál es esa intención que nos mueve a hacer algo.
Por lo general, suele estar relacionada con algún tipo de recompensa, aunque no sepamos de qué se trata.
Podríamos hablar de atención por parte de otras personas, valoración por mis características físicas, recompensa en el plano erótico, vinculación con alguien que me atrae, satisfacción por ser capaz de hacer algo que es difícil o exótico.
Todas ellas son tipos de recompensas que podemos obtener cuando decidimos participar en una interacción de shibari, pero están relacionadas con diferentes intenciones desde las que afrontarla.
Cuando no tenemos claros ni los motivos ni lo que queremos conseguir, no sabemos como lograrlo. Aunque esté oculta a nuestros ojos, esa intención está ahí y descubrirla nos va a ayudar a tener interacciones mucho más satisfactorias, ya que vamos a ser más capaces de expresar nuestras necesidades, deseos, miedos, límites, o cosas que no nos gustan.
De esta forma, nos va a resultar más sencillo encontrar los puntos comunes con la persona con la que estamos interactuando para que ambas tengamos un encuentro satisfactorio. Si lo que quiero son unas fotos bonitas, esa es mi intención, y es tan válida como desear una interacción erótica, siempre y cuando ambas personas estemos en la misma página en este aspecto.
En el caso concreto de la intención, no hablamos de intenciones compatibles, como cuando explicamos los esquemas eróticos, aquí es importante que sean similares. De lo contrario, podríamos acabar por desarrollar dinámicas desadaptativas e insatisfactorias.
Por ejemplo, si mi intención es obtener una experiencia erótica satisfactoria y la tuya es fortalecer el vínculo conmigo, es fácil que accedas a interacciones eróticas desde fuera del deseo, y ya hemos explicado en módulos anteriores las dificultades que esto puede acarrear. Además de que hay formas mucho más eficaces de fortalecer los vínculos que optar por hacer cosas que no queremos hacer, pero que a la otra persona le gustan.
De esta forma, antes de iniciar cualquier interacción, es crucial que tengamos clara cuál es nuestra intención y la de la persona con la que la vamos a realizar.
Otro punto relevante radica en que cuando no tenemos clara la intención, no somos capaces de desarrollar esquemas procedimentales que nos lleven a conseguir nuestros objetivos, ya sean unas fotos bonitas o tener una interacción erótica satisfactoria con X persona.
En estos casos, solemos emplear el ensayo y error, a ver si “suena la flauta” y consigo mi objetivo, o tratar de seguir las recomendaciones y tips de otras personas, como los “5 pasos para lograr X”.
Spoiler alert, no suele funcionar muy bien, sobre todo lo último.
Los esquemas procedimentales podríamos definirlos como mapas cerebrales del tipo “para conseguir X tengo que hacer Z”. Como hemos visto en módulos anteriores, estos esquemas, en el contexto erótico, conforman mis esquemas eróticos.
Si bien estos esquemas los vamos actualizando con la práctica y la experiencia, nos ofrecen un punto de partida desde el que iniciar nuestra interacción y a establecer el camino para lograr esa recompensa.
Por ejemplo, si mi intención es, de nuevo, tener unas fotos bonitas, mis esquemas procedimentales iniciales estarán enfocados en que la persona tenga buenas habilidades fotográficas, que realice ataduras que encajen con mi gusto estético o la planificación del look que quiero conseguir.
Algo muy distinto si mi intención es tener una interacción erótica satisfactoria con X persona. Lo primero es que sea con X persona, ya que es quien me gusta o me atrae, y lo que hagamos no va a estar orientado a conseguir unos buenos planos, sino a tener una experiencia erótica conjunta basándonos en aquello que nos satisface a ambos.