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SHIBARI DOJO | YAGAMI RYU | #MSAFE

Esta técnica, en el Yagami Ryu, recibe el nombre de Fureru 触れる (Tocar) y Toraeru 捉える (Capturar). Hace referencia a la forma en que interactuamos con el cuerpo y cómo lo utilizamos para comunicar.

En otras escuelas de shibari, como por ejemplo en el Osada Ryu, se refieren a ella como "atrapar". En general, todas parecen tener cierta adhesión a conceptos "marciales" de confrontación y evitación de la huida de la otra parte, antes que centrarse en el uso del cuerpo como herramienta erótica.

Las explicaciones y enunciados de esta técnica por parte de Yagami Ren son poco claros, utilizando mucha metáfora y poca precisión.

Por ello, en el Dojo hemos trabajado sobre la técnica para ver si tiene algún sentido y, como es así, darle una explicación y un uso que pueda aplicarse de forma universal y con base científica.

A nuestro desarrollo lo llamaremos "teoría del velcro", ya que este material es un buen símil para aglutinar los conceptos que se manejan.

Definición "académica" del Yagami Ryu

En sekibaku, aplicamos tres niveles o grados de interacción con el cuerpo. Para una mejor comprensión, vamos a llamarlos piel, músculo y hueso.

Por medio de ellos, empleando uno u otro, podemos modular el tono de nuestra comunicación.

Recordad que en sekibaku la asimetría no es de poder, sino de acceso a los recursos. Por lo que “corresponde” a la persona que ata “mover” a la persona atada.

Pedir a quien está atado que se mueva, o cambie de posición en medio de una interacción erótica, puede resultar poco erótico e incluso sacarnos del contexto.

Niveles de interacción

Nivel Piel

Engloba todo lo que podemos gestionar simplemente tocando. Es la forma más sutil de gestión del cuerpo, y sus efectos también lo son.

Nivel Músculo (o tendón, dependiendo de la traducción)

En este caso, estamos hablando de una gestión más marcada, en la que la activación muscular y el uso de las articulaciones (para crear o liberar restricciones) es la clave.

Es una técnica directamente extrapolada del aikido y otras artes marciales. Su aplicación, sin ser fuerte o intensa, es menos sutil que la del nivel "piel", y por ende sus efectos sobre el cuerpo también son más notables.

Nivel Hueso

Se sobreentiende que no vamos a tocar los huesos como tal en la práctica del shibari, sino que se trata de una metáfora para indicar que gestionamos el conjunto del cuerpo, "hasta los huesos" (como se dice en España cuando te pilla la lluvia y te mojas completamente).

Es una gestión más intensa, aunque no necesariamente implica un uso generoso de la fuerza, ya que, al provenir también del contexto de las artes marciales, aprovechará la energía, fuerza o peso de la otra parte.

Sin embargo, es el tipo de comunicación más directa, con efectos más notables.

Teoría del Velcro

Después de muchos meses de trabajo sobre el planteamiento original del Yagami Ryu, fuimos apreciando algunas cosas que enumeramos a continuación.

El cuerpo no habla; no podemos tener una "conversación" entre dos cuerpos. El cuerpo puede comunicarse, pero no en el sentido más simple del concepto, es decir, transmitir y recibir. Es decir, es un medio.

Para que exista comunicación, deben existir, además, un emisor y un receptor. En el shibari, esto se da por supuesto. Ojo, ambos han de estar presentes; si uno está en un "viaje" o estado alterado de conciencia, la comunicación pierde su valor.

También es necesario un código, un lenguaje con el que expresar el mensaje. Por sus características, el cuerpo está limitado en este sentido, reduciéndose su código a unas pocas señales, principalmente intensidad y dirección.

Esto reduce el tipo de mensaje que podemos transmitir.

Si bien lenguajes como el morse o el código binario son capaces de transmitir mensajes complejos con solo dos elementos, no sería práctico aplicar una codificación tan compleja en un encuentro erótico.

Y finalmente, el mensaje. Si tenemos un código tan simple como el descrito, planteémonos que simplemente vamos a transmitir dos cosas: "estar" y "en una/esta dirección".

Cualquier otra interpretación de la comunicación corporal estará confundiendo mensajes en base al estado emocional en que se encuentra el receptor. Interpretando cualquier gesto o respuesta del cuerpo de la otra persona acorde al grado de calentura que llevemos, independientemente de lo que la persona estuviese sintiendo, expresando o deseando.

Es sencillo ver que un enfoque basado en "asumir" es peligroso.

Quienes tengáis perro y lo saquéis de paseo con correa entenderéis que para guiarlo, los gestos marcando dirección y la tensión de la correa son la forma de comunicarse con la mascota. Si dudáis, los gestos son erráticos o cada uno quiere ir en direcciones opuestas, no habrá comunicación, sino conflicto.

Pues en el shibari es lo mismo. No porque la persona atada sea "menos" o una mascota, sino porque tiene su capacidad de gestión restringida por quien ata, que es quien asume esa gestión.

Así pues, tanto por el desarrollo de la sesión, en la que buscamos aumentar su deseo erótico, como por seguridad y ergonomía a la hora de mover su cuerpo, es muy interesante utilizar una técnica que nos ayude a conseguirlo de forma eficiente.

Para ello, y puesto que estamos en un contexto erótico en el que seguimos un esquema para gestionar el deseo, lo primero a tener en cuenta es que debemos evitar brusquedades. Cuanto más sutil, cuanto más sugieramos y menos impongamos, más eficiente será la gestión.

En este sentido, vamos a aprovecharnos de la biomecánica.

Nuestros cuerpos, todos, saben cuál es su postura correcta y cuál es la forma adecuada de moverse. Simplemente sucede que, por las circunstancias de la vida, vamos adoptando malos hábitos, pero el cuerpo no olvida cómo moverse.

Eso vamos a utilizarlo a nuestro favor, induciendo en el cuerpo de la persona atada el movimiento, no llevando, no forzando, simplemente sugiriendo y dejando que sea su cuerpo el que se mueva.

Las primeras veces, la respuesta posiblemente sea dubitativa, pero poco a poco, a lo largo de la sesión, "confiará" en que los movimientos que le indicamos son seguros y eficientes, y que gasta menos energía moviéndose así. Por lo que irá cediendo paulatinamente la gestión de su cuerpo a quien ata. Quedando su cerebro libre de esa tarea y centrándose más en la exploración del deseo.

¿Cómo funciona?

Vamos a emplear las técnicas de cuerpo vistas en la primera lección del curso.

Es decir, ambos cuerpos deben estar en una posición de balance; de lo contrario, no será posible una gestión con control y seguridad.

Se requiere activación, en grado proporcional a los movimientos o fuerzas que vamos a gestionar. No tiene los mismos requisitos rodar en el suelo que una torsión en suspensión.

Al igual que en el teléfono de juguete infantil compuesto por dos vasitos unidos por un hilo, si el hilo, en este caso el cuerpo, no está tenso, en activación, la señal no se transmite.

Otra analogía con este juguete es que solo puede hablar uno de cada vez: una parte habla, envía su mensaje, y la otra escucha, recibe... y así alternativamente. Si ambos intentan hablar a la vez, se anula la transmisión.

Para empezar, utilizaremos la fuerza de reacción del suelo.

Quien ata, cuando toca a la persona atada, no la empuja, no la mueve; le ofrece un punto de apoyo sobre el que la persona atada "deja" parte de su peso.

No se trata de empujar; si empujamos, el efecto es separar; si apoyamos, el efecto es estabilizar.

De esta forma, el circuito que reparte energía de cada cuerpo se combina, de modo que ahora el peso que la persona atada transmite a quien ata, esta puede convertirlo en energía para mover ambos cuerpos.

En el vídeo lo ejemplificamos.



¿Qué sucede en el vídeo?

En el vídeo os presentamos un ejercicio que recomendamos practicar para desarrollar la sensibilidad y entender mejor cómo funciona esta técnica.

Primero, ambas partes están en balance.

La persona que ata ofrece su antebrazo; el brazo está doblado en ángulo recto.

La persona atada apoya su antebrazo.

Mejor piel con piel; atención al uso de cremas corporales, ya que pueden hacer que resbale.

El punto donde contactan: buscad uno que os sea cómodo a cada uno. La persona atada debe apoyar su línea de meñique, en el tercio superior, cerca del codo, pero varía de una persona a otra. Quien ata también lo hará en el tercio superior del antebrazo, pero posiblemente sea en la zona musculada.

Probad hasta encontrar el punto que os es más cómodo a cada uno. Esto os permitirá apoyar y dar apoyo sin dolor o molestias.

El apoyo en sí consiste en que la persona atada sea consciente del peso que ejerce contra el suelo, recoja ese peso y, con el core, lo transmita a su brazo para tener un punto de apoyo extra.

Puedes entenderlo mejor si visualizas que son los reposabrazos de una silla y te apoyas para levantarte; no dejas todo tu peso, solo una parte.

Quien ata recibe el peso, no con el brazo, no con los bíceps, sino con el core, y de ahí al suelo, para que el suelo te lo devuelva convertido en energía que vuelve por el mismo circuito hasta tu antebrazo, para devolver el apoyo a la persona atada.

De esta forma, establecemos un circuito biomecánico, compartiendo la fuerza de reacción del suelo, que será el canal por el que comunicarnos.

Todo esto que os he contado hasta ahora, no intentéis hacerlo de una sola vez.

Id paso a paso, verificando cada uno. Si no tenéis costumbre de ejercicios funcionales, cuesta un poco darse cuenta de lo que se busca y cuál es el mecanismo. Pero todos sabemos y todos podemos hacerlo.

Sentir ese "circuito" es muy importante.

Cuando practicamos, podemos y debemos preguntar y comentar. Ahí bien, más, más arriba, menos... lo que sea... es el momento de aprender y corregir.

Pero cuando estamos en sesión, aplicando el shibari a nuestras interacciones eróticas, no es momento de hacer verificaciones. Por lo que desarrollar la habilidad para activar y gestionar, y sobre todo, que quien ata sienta cuando la otra parte está activa y respondiendo y cuando no, va a ser imprescindible.

Si ya somos capaces de sentir el peso en ambas direcciones y cómo ese apoyo funciona, es el momento de mover.

Para empezar, os recomendamos simplemente arriba. Es el movimiento más sencillo de hacer y verificar.

Quien ata sube lenta pero firmemente su brazo unos centímetros en vertical. Debe observar la reacción de la persona atada. Si todo funciona bien, deberá ponerse de puntillas, elevando su cuerpo en bloque.

Si no es así: no estáis aplicando bien la postura y la activación.

El siguiente paso es mover a la persona en varias direcciones. Esto requiere que la persona atada sepa y pueda hacer ese movimiento.

Ejemplo: si está sentada con las piernas cruzadas en posición de loto, y movemos hacia adelante, va a necesitar primero desplegar una pierna, luego cargar sobre ella el peso, después desplegar la otra, y empezar a moverse. Uf... mucho para una comunicación tan limitada.

En este caso, quien maneja debe ir dándole tiempo y marcando con claridad la dirección e intención del movimiento. Un poco hacia adelante y arriba hará que quiera levantarse, una pausa para que pueda sacar la primera pierna, ahora continúa para llevar el peso a esa pierna, una breve pausa para que pueda desplegar la otra pierna, y ahora sí, arriba.

Esta es una técnica simple, y si no os funciona, es por una de estas causas:

  • Postura desbalanceada, mal reparto de peso y compensaciones en el cuerpo.
  • Falta de activación muscular, por defecto (laxitud) o exceso (agarrotamiento).
  • Hacer el movimiento desde el antebrazo, la mano o el bíceps, y no desde el core.
  • Velocidad inapropiada, demasiado rápido o demasiado lento.

Todos estos aspectos se tratan en el módulo 1.

Cuando estéis haciendo este ejercicio, el feedback es muy importante. Yo no sé cómo responde o qué siente tu cuerpo; dímelo.

Hablemos sin temor, para entendernos, para aprender el uno del otro, para disfrutar más juntos. Pero de palabra, que es la forma de expresar mensajes claros y concisos.

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