Lección 1: Baku-go (第一課 縛語)

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Historia del shibari sin mitos. Parte 2: Evolución y difusión del shibari

Historia del shibari sin mitos. Parte 2: Evolución y difusión del shibari

Era Shōwa (1926-1989)

Este es el periodo en el que el shibari se desarrolla, siempre bajo el influjo de los hechos históricos y sociales que sacudieron Japón.

En las primeras décadas, hasta la Segunda Guerra Mundial, el desarrollo industrial y económico del país facilitaron la proliferación de empresas dedicadas a producir contenidos adultos. Alcanzando un volumen de negocio realmente sorprendente.

La derrota japonesa no solamente supuso un duro golpe para la moral y valores del nacionalismo nipón, también trajo la ocupación del país por tropas extranjeras. Principalmente estadounidenses.

Al igual que el resto del país, la industria adulta se reconstruyo rápidamente, y dio lugar a la aparición de cabeceras editoriales que hoy en día se consideran parte de la historia del shibari.

Kitan Club, o Uramado, son algunas de las más conocidas, muchas cerraron con las crisis económicas de los años 70, y las que sobrevivieron acabarían, primero reconvirtiéndose a editoriales de vídeo y más adelante a plataformas online.

Página de Kitan Club publicada en 1968
Página de Kitan Club publicada en 1968.

Durante los primeros años de la postguerra, las tropas estadounidenses desplazadas al archipiélago no podían menos que sorprenderse con la proliferación de negocios y actividades relacionadas con el sexo que se encontraban por todas partes. Máxime teniendo en cuenta que en su país estaban viviendo una época de rearme moral, en la que se quemaban públicamente las fotografías de bondage protagonizadas por una ingenua Betti Page.

Como siempre, de la prohibición nace el mercado negro, y más pronto que tarde estos militares establecieron lucrativos negocios importando pornografía japonesa de contrabando a su país. Llegando así el shibari a los Estados Unidos de América.

Por aquel entonces, alcanzaron cierta popularidad las cámaras de cine “domésticas”, en formatos 8 mm y 16 mm, y como no podía ser de otra forma, la industria japonesa aprovecho estos avances tecnológicos para producir películas de forma compulsiva.

Una consecuencia de este paso al cine del shibari fue el cambio de materiales empleados para atar. Al igual que ocurrió con algunos actores con la llegada del cine sonoro, las tradicionales y gruesas cuerdas de arroz no se veían bien en las películas.

El grano, la definición y el proceso de color hacían que se viesen toscas y poco atractivas, por lo que paulatinamente fueron reemplazadas por cuerdas de yute, más finas y de un tono dorado que se veían mucho mejor al proyectar.

Una anécdota curiosa de este proceso la protagonizó el atador Urado Hiroshi 浦戸宏, quien cuando fue llamado para atar en una película destinada al público americano acudió con sus cuerdas tradicionales. El director decidió, que como en la revista Bizarre las imágenes mostraban atados con cuerdas de algodón negras, debían emplear ese material para encajar mejor con los gustos de su público objetivo.

Sin más dilación enviaron a un ayudante a comprar en la ferretería varios metros de cuerda de algodón, y el muchacho volvió con la cuerda. Eso sí, de color blanco. Nadie en la producción pareció apreciar el detalle, y como los japoneses son bastante tacaños, el atador empleó ese juego de cuerda blanca de algodón durante varios años. Convirtiéndose en un elemento diferenciador y característico de sus trabajos.

Hiroshi Urado en el set de grabación de Nikkatsu con sus cuerdas blancas. La actriz era Junko Asabuki
Hiroshi Urado en el set de grabación de Nikkatsu con sus cuerdas blancas. La actriz era Junko Asabuki.

Aunque la anécdota parezca intrascendente, refleja muy bien la diferencia de mentalidades y criterios entre oriente y occidente.

El cine erótico vivió una época dorada en Japón con la aparición de la televisión, ya que las productoras de cine "de entretenimiento" no podían competir con el nuevo medio que llevaba directamente a los domicilios los relatos e historias, pero por las leyes de censura, no podía emitir pornografía.

Es el fenómeno conocido como "Pinku Eiga (ピンク映画)", o "películas rosas", un subgénero del cine japonés que emergió en la década de 1960 y se caracteriza por su contenido erótico y su exploración de temas marginales como el crimen y la prostitución.

Pero aún nos faltaba un cambio tecnológico que volvería a revitalizar la industria. El vídeo, tanto su implantación doméstica como en el apartado de producción. La popularidad de este soporte, y la reducción de costes que suponía dio un nuevo impulso a la ya de por sí descomunal industria.

Este formato generó un nuevo modelo de consumo que se consolidaría años más tarde con los DVD, y se trata de las tiendas especializadas en las que el cliente paga el importe completo por una primera compra, y a partir de ahí funciona un sistema de intercambio por un precio reducido.

Es decir, compra una película a su precio nominal, se la lleva, la ve y al cabo de un tiempo la devuelve y se lleva otra distinta pagando un precio inferior.

Esta dinámica supuso un rotundo éxito, que en su apogeo llevó a que las productoras grabasen, editasen, hiciesen copias y distribuyesen entre tres y cinco títulos cada semana.

Tal ritmo de trabajo supone que la calidad brilla por su ausencia, y muchas veces se limitan a volver a grabar la misma película una y otra vez con distintas actrices.

Y es que son las actrices (AV Idol) quien vende en la industria porno japonesa. Nadie conoce los nombres de los atadores, pero que un título cuente con una actriz popular es garantía de éxito comercial.

Showa es sinónimo de grandes nombres en la historia del shibari. Arisue Go, Akechi Denki, Randa Mai, Yukimura Haruki, …

En los últimos años de esta era destacaron algunas figuras que aún hoy marcan el ritmo y desarrollo del shibari. Nos referimos aquí a atadores como Akechi Kanna o Naka Akira, fotógrafos como Norio Sigiura o productores como Marie Aoi.

Encontrarás más detalles sobre estos maestros en nuestro blog bajo la etiqueta #Bakushi-縛師