Curso de Shibari Yagami Ryu: Emociones

Deseo | Amor vs Deseo | Emociones |

15 minutos Kyūsho-gaku

La esencia de la erótica se encuentra en el deseo erótico.

Lo que realmente determina si una situación puede ser considerada erótica es nuestra capacidad para despertar el deseo erótico en ella, sin importar las prácticas involucradas.

El deseo es una emoción, más específicamente, una emoción vinculada a la activación del sistema de recompensas dopaminérgico.

En otras palabras, experimentamos deseo cuando anticipamos una recompensa, y cuando esa recompensa se relaciona con lo erótico, hablamos de deseo erótico.

Diferenciando Deseo y Amor: Dos Emociones Independientes

Aunque es posible que el deseo y el amor coexistan, es fundamental comprender que no están intrínsecamente vinculados, ni uno es un requisito esencial para desencadenar el otro.

Esta distinción se basa en la función única que ambas emociones desempeñan.

Las emociones relacionadas con la activación del sistema de recompensas dopaminérgico comparten la característica de motivarnos para obtener aquello que nuestro cerebro valora como positivo.

En este proceso, se libera dopamina, la cual no solo nos brinda una sensación placentera, sino que también nos proporciona la energía necesaria para perseguir esa recompensa, alimentando así nuestras expectativas de experimentar aún más dopamina.

Las emociones proactivas, como el amor, se generan a través del establecimiento y/o fortalecimiento de vínculos. Los seres humanos somos seres sociales y dependemos de nuestras relaciones para nuestra supervivencia y bienestar.

En este proceso, también liberamos dopamina, ya que la recompensa reside precisamente en la conexión con otros seres vivos.

Sin embargo, las emociones de este tipo tienen una característica distintiva. Cuando experimentamos amor por alguien, somos capaces de aceptar situaciones actuales que quizás no sean beneficiosas para nosotros en ese momento, pero que sí beneficien a la persona por la cual sentimos dicha emoción.

Lo hacemos con la esperanza de que, de esta manera, el futuro sea más ventajoso para ambos y fortalezca nuestra vinculación.

Es esencial destacar esta distinción, ya que existe un riesgo inherente al equiparar deseo y amor, especialmente cuando se trata de interacciones eróticas, como en el caso del shibari.

Si abordamos el shibari desde la perspectiva del amor, nuestro objetivo será el establecimiento de vínculos en lugar de la satisfacción del deseo erótico.

Esto puede llevarnos a participar en prácticas o comportamientos que no nos resultan gratificantes, placenteros ni satisfactorios, todo ello con la finalidad de fortalecer o establecer un vínculo con la otra persona.

Al situarnos en este contexto, aumenta la probabilidad de que las interacciones que tengamos varíen desde ser poco satisfactorias hasta resultar desagradables.

Además, nos coloca en una posición de vulnerabilidad ante posibles abusos. El deseo nunca debe relacionarse con la idea de “aguantar por”

Emociones

Para comprender el funcionamiento del deseo, es necesario primero comprender qué son las emociones y cómo funcionan.

Podemos definir las emociones como esquemas predictivos afectivos, que nuestro cerebro crea para interpretar tanto los elementos del entorno como nuestros estados internos.

No te preocupes, vamos a desglosar de manera tranquila qué significa «esquemas predictivos» y qué son los «afectos» para poder entenderla.

El cerebro humano funciona como una máquina de hacer predicciones, y para llevar a cabo esta función, utiliza lo que la neurociencia denomina «esquemas».

Estos esquemas se pueden describir como el conjunto de reglas y explicaciones que usamos para filtrar nuestras experiencias y nuestras interacciones con el entorno. Puedes pensar en ellos como las lentes a través de las cuales percibimos la realidad.

Los esquemas nos capacitan para comprender lo que está sucediendo y para prever posibles resultados, permitiéndonos ajustar nuestra conducta de acuerdo con nuestros objetivos.

Esta habilidad nos ayuda a adaptarnos de manera más eficaz a un entorno que está en constante cambio.

Cada individuo desarrolla sus propios esquemas a lo largo de su vida, y estos están fuertemente influenciados por la socialización que han experimentado. Esto incluye tanto la influencia de la sociedad en la que vivimos como la educación que hemos recibido.

Basándonos en nuestras experiencias y aprendizajes previos, los esquemas que hemos encontrado más útiles se fortalecerán, mientras que aquellos que no proporcionan una explicación satisfactoria gradualmente se irán relegando.

No se eliminan por completo, al menos no siempre. Los esquemas menos utilizados se vuelven cada vez menos accesibles.

Esto se asemeja un tanto a la forma en que organizamos nuestra ropa en el armario. Las prendas que usamos con mayor frecuencia están al alcance, mientras que aquellas que apenas empleamos quedan en la parte posterior, requiriendo una búsqueda más profunda para llegar a ellas.

La principal función de nuestro cerebro es garantizar nuestra supervivencia. Por esta razón, siempre buscará conservar energía y optimizar la eficiencia de las estrategias que tenemos a nuestra disposición.

En este sentido, nuestro cerebro dará prioridad a la activación de aquellos esquemas que históricamente nos han resultado más útiles, ya que tienen una mayor probabilidad de demostrar su eficacia ante situaciones similares.

Solo cuando un esquema en particular ha demostrado su ineficacia en una situación específica, nuestro cerebro lo descartará y buscará otro que esté menos accesible.

Estas validaciones y activaciones ocurren a gran velocidad en nuestro cerebro y son procesos de los que no somos conscientes, lo que significa que no tenemos un control directo sobre ellos.

Nuestra percepción y aquello que experimentamos suceden después de que hemos activado un esquema. Por lo tanto, nuestra vivencia siempre estará sesgada por el esquema a través del cual estemos interpretando la realidad en ese momento.

Comprender estos conceptos y mecanismos es esencial para entender el proceso de manejo del deseo que empleamos en el shibari erótico.

Los esquemas son sumamente útiles, ya que al proporcionarnos una versión simplificada del entorno, requerimos mucho menos esfuerzo para desenvolvernos en él.

Sin estos esquemas, cada situación que experimentamos sería completamente nueva para nosotros. No tendríamos referencias previas ni conceptos sobre lo que implica, qué esperar o cómo actuar.

Esto se debe a que este tipo de información es la que nos aporta la activación de los distintos esquemas que manejamos.

Los afectos pueden definirse como el conjunto de predicciones que nuestro cerebro realiza acerca del estado interno del organismo en relación con el entorno circundante. Generando percepciones que no se limitan únicamente a lo somático.

En otras palabras, son los esquemas que se activan cuando una experiencia tiene algún tipo de valor para nosotros.

Tomemos como ejemplo la diferencia entre dolor y sufrimiento.

La percepción del dolor se refiere a una mera sensación corporal y tiene un significado predominantemente somático.

Por otro lado, el sufrimiento se encuentra dentro del ámbito de los afectos, ya que le agrega un contexto en el cual asignamos un valor a la situación que estamos experimentando.

Esta es precisamente la diferencia fundamental entre estas dos experiencias: cuando atribuimos un valor a esa percepción, le estamos otorgando un significado de naturaleza afectiva.

Si llevamos esto al shibari, podemos observar claramente esta diferencia en el siguiente ejemplo.

Imagina que asistes a un evento de cuerdas donde diversas personas están practicando. En un momento dado, alguien te pregunta si pueden practicar contigo una figura que están aprendiendo, y tú aceptas.

Comienza la práctica. En esta situación, estamos tratando con un significado puramente somático, ya que las sensaciones que experimentas se derivan de las cuerdas en la piel, la presión ejercida por ellas y los efectos físicos que tienen en ti.

Sin embargo, si en lugar de ser una persona al azar, la que te propone practicar es alguien que te atrae, la dinámica cambia. Esta interacción y todo lo que hagáis juntos adquiere un significado diferente para ti, porque le estás otorgando un valor a la acción de atar junto a esa persona en particular.

Ahora, ya no se trata solamente de las sensaciones físicas de las cuerdas, sino que la experiencia se enriquece con la interacción con esa persona en específico. Tu vivencia en ambos casos será completamente distinta.

Las emociones son inherentemente efímeras, ya que cada esquema predictivo genera un momento emocional único.

Sin embargo, estos momentos se suceden en rápida sucesión, y se crea la ilusión de un estado emocional más duradero.

Esto se asemeja al mecanismo utilizado en el cine, donde una serie de fotogramas estáticos, presentados de manera secuencial, genera la ilusión de movimiento.

Este fenómeno da lugar a lo que conocemos como estados de ánimo, que representan nuestra percepción global y difusa de los instantes emocionales que experimentamos a lo largo del tiempo, ya sea en días, semanas o meses.

Aunque podamos sentirlos como algo relativamente estable y constante, debemos recordar que estos estados de ánimo están compuestos por los instantes emocionales que percibimos.

Por lo tanto, dependiendo del tipo de instantes que experimentamos a lo largo del día, nuestro estado de ánimo puede variar, siendo más bajo o más elevado.