Curso de Shibari Yagami Ryu: Gestión Emocional

Emociones | Reacción Emocional | Gestión Emocional

15 minutos Kyūsho-gaku

Gestión Emocional

Una de las características más destacadas de las emociones es que no podemos generarlas a voluntad.

Si bien hemos explicado que nuestro cerebro las genera, pero esto no implica que tengamos un control directo sobre este proceso.

Por ejemplo, si intentas deliberadamente entristecerte en este momento, te darás cuenta de que es una tarea imposible de lograr de manera automática. Puedes pensar en situaciones que te provoquen tristeza, o escuchar ciertas canciones, o ver imágenes que evocan ese sentimiento, pero no puedes forzarlo.

Eso no es crear una emoción, es gestionarla.

Del mismo modo, si intentas dejar de experimentar una emoción, tampoco podrás hacerlo.

La emoción que experimentamos en un momento dado depende de nuestro contexto interno, nuestro contexto externo y del conjunto de experiencias que hemos acumulado a lo largo de nuestra vida.

Aplicado al deseo, no podemos forzar a que lo que nos atrae deje de atraernos. De manera similar, no podemos forzarnos a sentir atracción hacia algo que no nos resulta atractivo solo porque deseamos hacerlo.

Podemos aprender a erotizar ciertas cosas para ampliar nuestro repertorio erótico, pero este proceso tiene sus limitaciones.

Las emociones, los pensamientos y las tendencias conductuales se influyen mutuamente.

Las emociones, los pensamientos y las tendencias conductuales se influyen mutuamente

Esto significa que nuestras emociones influenciarán nuestros pensamientos y nuestras ganas de llevar a cabo ciertas acciones. Es lo que se conoce como un "esquema procedimental".

Cada emoción está acompañada de este tipo de esquemas, que nos guían sobre cómo actuar en función del contexto, tanto interno como externo, en el que experimentamos esa emoción.

Dependiendo de los resultados que obtengamos, generaremos otro momento emocional distinto al anterior, lo que modificará nuestra vivencia.

Estos cambios no siempre son perceptibles, y a menudo los percibiremos como "la misma emoción". Sin embargo, si reflexionas sobre diversas ocasiones en las que has sentido tristeza, ¿no te das cuenta de que no todas fueron idénticas? De hecho, incluso durante una misma situación, es probable que hayas experimentado variaciones desde el momento en que comenzó la tristeza hasta que desapareció, aunque en todo ese tiempo la hayas sentido como tristeza.

Dado que los pensamientos y las conductas son elementos que puedo controlar voluntariamente y que influyen en el próximo momento emocional, forman parte del conjunto de herramientas que tengo a mi disposición para gestionar mis emociones.

El término "tendencia conductual" se refiere al esquema de comportamiento que acompaña a una emoción y que se experimenta como una inclinación a actuar de cierta manera, aunque no necesariamente se traduzca en una conducta concreta.

Su manifestación depende de diversos factores, como la valoración que hagamos de los posibles resultados, nuestra brújula ética y moral, nuestras metas a medio y largo plazo, o los costos asociados a llevar a cabo esa acción, entre otros. Depende de lo que hemos aprendido a lo largo de nuestra vida.

En el caso específico del deseo, cuando lo generamos, comenzamos a ver nuestro entorno desde una perspectiva erótica. Nuestros pensamientos se dirigen hacia aquellas cosas que contribuyen a mantener y generar nuevos momentos de deseo, ya que esta es una emoción placentera. Nuestra tendencia conductual, es decir, lo que nos apetece hacer, se alinea con el objetivo de mantener activo ese deseo.

Dentro de la sesión de shibari, vamos a jugar con estas herramientas para trabajar sobre el deseo.

Reacción Emocional

Definimos una reacción emocional como el conjunto de instantes emocionales que interpretamos como parte de una misma vivencia emocional.

Esta reacción tiene una duración limitada en el tiempo y sigue una forma que se asemeja a una "curva normal estadística", con tres fases distintas.

Para explicarlo, utilizaremos ejemplos de emociones que surgen de la activación fisiológica, es decir, aquellas en las que se requiere energía para experimentarlas, como el enojo, la alegría, el deseo o la frustración, entre otras.

Por otro lado, en el caso de las emociones de baja activación, el esquema es justo el opuesto: comienza con una disminución en lugar de un aumento, alcanza un punto mínimo en lugar de un pico y luego experimenta un aumento posterior en lugar de una disminución. Aquí se incluyen emociones como la tristeza, la melancolía, la apatía o la soledad, entre otras.

curva normal estadística

La etapa inicial, o de subida, es donde empezamos a sentir la emoción. En este punto, los momentos emocionales son relativamente leves y de baja intensidad. Los primeros esquemas procedimentales que corresponden a esa emoción comienzan a emerger, lo que significa que nuestros pensamientos y tendencias conductuales empiezan a alinearse con esa emoción.

Nuestra activación fisiológica aumenta, ya que necesitamos energía para llevar a cabo estos esquemas procedimentales y seguir generando momentos emocionales que se ajusten a nuestro contexto.

Nuestras herramientas en esta fase son de gestión de la activación.

Luego llegamos al punto máximo, llamémosle pico emocional, que es cuando superamos «punto de retorno» y alcanzamos el nivel más alto de activación e intensidad emocional.

Cualquier intento de gestionar la emoción en esta fase es inútil.

En esta etapa es donde se sitúa el «subspace», y es fácil comprender por qué se le denomina un estado alterado de conciencia.

Nuestra percepción, nuestros pensamientos y nuestras apetencias están completamente influenciados por esa emoción, dirigiéndose hacia asuntos que se ajustan a la intensidad que estamos experimentando.

En una situación como esta, no estamos completamente lúcidos ni en pleno control de nuestras facultades cognitivas o capacidad de razonamiento. Tomar decisiones en este punto de pico emocional es una mala idea, ya que podríamos arrepentirnos en la siguiente fase.

Entonces, ¿qué podemos hacer?

Disfrutar de esta experiencia sin exponernos a riesgos innecesarios.

La última etapa es la de bajada.

Después de alcanzar un pico emocional, nuestro cuerpo se encuentra en un estado de baja energía, lo que dificulta continuar generando momentos emocionales que se correspondan con la intensidad previa. Gradualmente, volvemos a nuestro estado emocional habitual.

En esta fase, la emoción que experimentamos se debilita progresivamente, e incluso puede cambiar a otro tipo de emoción. Durante esta etapa, los esquemas procedimentales de pensamiento y tendencia conductual también se ajustan para adaptarse a los nuevos instantes emocionales, volviéndose más neutros a medida que descendemos.

Es en esta fase donde vamos a poder procesar lo que ha ocurrido anteriormente, y es el momento adecuado para el llamado «aftercare».

El «aftercare» no se limita únicamente a abrazos y mimos. Es el momento de comenzar a procesar lo que ha ocurrido en las fases anteriores. Para llevar a cabo este proceso, necesitamos herramientas.

Este proceso es importante tanto para quién ata como para quién es atado. La comunicación se convierte en una herramienta esencial para lograrlo, y debemos asegurarnos siempre de haber bajado lo suficiente para poder abordar procesamientos más complejos sobre la vivencia que hemos compartido.

Es habitual que cada persona tenga su propia velocidad de descenso emocional, por lo que puede ser preferible retomar la comunicación al día siguiente.

Es esencial comprender este patrón emocional para poder aprovecharlo en una sesión de shibari de manera que sea satisfactoria para ambas personas.